Editorial; Plaza & Janés, 2015
250 páginas
17,90 €
Ebook: 9,99 €
Argumento:
Diana, vigilante del museo del
Louvre, se siente atraída por uno de los cuadros de la exposición temporal
dedicada a la obra de Gustave Courbet.
Comentario:
Si bien «La vigilante del Louvre»
narra parte de las vidas de Diana, Isabelle y Claudette, es el cuadro «El
origen del mundo», de Gustave Courbet, el gran protagonista de la novela: la
forma en que afecta a las tres mujeres sirve para contar su historia y la de
la modelo que posó para la obra, en la que hay misterio, escándalo y polémica
(al final se aclara qué hechos son reales o no).
Para transmitir la información, la
autora hace que cada personajes tenga cierta relación con el cuadro, desde la
posesión de un diario que se supone escrito por la modelo, la redacción de una
tesis sobre «El origen del mundo» o la fascinación que ejerce sobre Diana, al
punto de cambiar su vida y con ello las de Isabelle y Claudette.
La obra da voz a cada una de las
mujeres que la protagonizan, en primera persona y señalando al comienzo de cada
breve capítulo cuál de ellas es quien toma la palabra, pese a lo cual es
posible que al principio cueste un poco ubicar quién es quién debido a que las
tres se expresan de forma similar, aunque en cuanto comienzan a desarrollarse
sus vivencias y problemas resulta más sencillo diferenciarlas.
Llama la atención, al ser la primera
novela de la autora, su capacidad de síntesis (apenas hay digresiones
innecesarias): proporciona los datos necesarios para crear intriga e interés y
lo hace, en muchas ocasiones, de forma sutil, sugerida, permitiendo que cada
cual saque sus conclusiones en lugar de explicar cada hecho y motivo hasta descubrir
la relación que las protagonistas tienen con el cuadro y entre ellas.
En resumen, «La vigilante del Louvre»
es una novela bien escrita, en la que se consigue conjugar el
misterio y el romance con una reflexión sobre el arte, desde una ligera crítica
(la presentación de Diana y su percepción del Louvre y las obras que prefieren
ver los visitantes) hasta la influencia que puede tener sobre las personas («El
origen del mundo» como catalizador, casi una obsesión, para que Diana se
descubra a sí misma y actúe en consecuencia).
Cita de La vigilante del Louvre:
«Ni es rincón, ni es tranquilo, ni es museo. Es un circo. La sala de La Gioconda es una verbena continua y no hay mayor premio en la tómbola que hacerse un autorretrato con ella al fondo y desde primera fila. Pueden esperar horas para escalar posiciones y llegar justo a la barra que delimita el área de seguridad. Y allí, en cuanto llegan, se dan la vuelta y de espaldas al cuadro se hacen la foto y se van. ¡Se van! Algunos ni le miran la cara, no caen, no se acuerdan. Están demasiado obsesionados con inmortalizar el momento, guardarlo para luego, compartirlo sin demora en alguna red social. Son centenares los que nunca serán conscientes de que en realidad, y a pesar del testimonio gráfico, ellos no la vieron jamás. Y ahí los tengo, apiñados desde primera hora. Hay que estar alerta a empujones, saltos de altura, lanzamientos, gritos, robos de carteras y tocamientos. Desde el arco de visión de la Mona Lisa, el Louvre no es un museo, es el Moulin Rouge. No es de extrañar que la mujer se ría.»
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