domingo, 23 de diciembre de 2007

El niño con el pijama de rayas, de John Boyne


Niño con pijama de rayasEl niño con el pijama de rayas
John Boyne
Traducción: Gemma Rovira Ortega
224 pp
Ediciones Salamandra



Argumento:

Según los editores no se debe decir para no estropear la lectura, pero yo voy a contarlo, así que si no quieren seguir leyendo a tiempo están... (no voy a dar datos, pero qué más da, cualquier persona medianamente inteligente ya se puede imaginar el tema).

Bruno es el hijo de un militar que es trasladado a un nuevo destino. Al principio no le gusta nada el lugar, una tierra fea y árida, donde no hay otros niños para jugar; desde su ventana ve que hay montones de personas detrás de una alambrada, vestidos todos ellos con pijama de rayas. Un día conoce junto a la alambrada a un niño de su misma edad con el que entabla amistad.

Comentario:

Lo primero que sorprende de este libro es lo escaso de páginas que es. No solo eso, cuando lo abres, descubres que también el tipo de letra es bastante grande, con lo cual te entra la sospecha, luego confirmada, de estar ante un cuento alargado (lo leí en hora y media).

Otra curiosidad es que pese a estar narrado en tercera persona, parece contado desde la perspectiva de un niño, desde la del protagonista, concretamente. Al leerlo puedes pensar que tal vez le hubiera ido mejor una narración en primera persona, con la visión ingenua del chico, pero pronto te imaginas cuál es el motivo de la decisión del autor. Eso, unido a otras pistas que aparecen ya desde los primeros capítulos hace que el libro no solo sea predecible en su final sino incluso en los pasos que se van a seguir para llegar a tal desenlace, intuido incluso por el lector menos avezado.

Cualquier persona sensible siente interés ante temas como el Holocausto judío, el nazismo, etc; eso juega a favor del autor, que hace que el lector sepa más que su personaje y sea quien adivine todo lo que Bruno no comprende. De todas formas, resulta algo increíble la ignorancia de este muchacho de nueve años, a quien sin embargo, se le ve reflexionar con cierta soltura sobre otros temas. Vale que quizás estaba algo aislado e ignorante del mundo, pero incluso un animal detecta por intuición cuando algo no va bien, o el miedo, el terror, la miseria, y trata de huir de ello. Bruno se comporta a veces como si tuviera un CI bajísimo, la verdad. Creo que los adultos tienden a despreciar la capacidad de comprensión de los niños, pero ellos entienden y se enteran de más cosas de las que imaginamos. Por si esto fuera poco, el otro niño, el niño judío con el que entabla amistad, está casi en las mismas. Mantienen unas conversaciones muy forzadas con la intención de que ambos sean ignorantes e inocentes sobre sus propias circunstancias. Pero digo yo que al menos el niño judío estaría más "baqueteado" por la vida y tendría una perspectiva y malicia superiores, aparte de que es de suponer que en el lugar donde estaba oyera rumores o viera las atrocidades que se cometían (es que incluso llega a decir que cierta cuadrilla que se fue a hacer cierto trabajo no volvió y nunca se vio más a ninguno de sus miembros, o que su padre despareció... y no sospecha lo obvio). Solo cabe la posibilidad de que el niño judío actúe quizás con algo de mala fe a raíz de un incidente con el otro, como una especie de venganza... El autor usa a veces el truco de hacer que Bruno solo oiga conversaciones a medias, incluso las peleas familiares. Y justo siempre va a oir la información menos interesante.

También abundan las casualidades como que los dos niños hayan nacido el mismo día, que el niño polaco sea casi de los pocos que saben alemán allí, que haya un sitio en la alambrada con un agujero y que no esté vigilado, que todos puedan pasearse con tanta facilidad por el campo, que justo cuando va a desencadenarse la tragedia a Bruno le rapen la cabeza... Bueno, bueno, si no fuera porque en el fondo esto es un cuento casi infantil, sería increíble e inverosímil. Yo lo veo como una fábula con moraleja, estilo Paulo Coelho, literatura light para no lectores.

La prosa está en consonancia con el resto: es simple y trata de imitar la forma de hablar de los niños. Me ha recordado, salvando las distancias, a "El guardián entre el centeno". Con el objeto de no dar pistas a los lectores, se dan nombres deformados (que el niño no sabe pronunciar, como El Furias, Auchvic, y cosas así); así pues las descripciones son muy breves y escasas. Abundan también frases motes y expresiones infantiles que Bruno aplica a sus "mejores amigos para toda la vida", a su hermana "tonta de remate", etc, etc.

En resumen, me ha parecido un libro corto, soso, que apela a un tema que a nadie deja indiferente (pero que ya está demasiado trillado), muy predecible, una fábula con moraleja sobre los lemas "todos somos iguales, judíos, alemanes... Los niños son inocentes" y "que nunca vuelva a suceder", y con una prosa que imita el lenguaje infantil.

A mí, personalmente no me ha emocionado, quizás porque sabía cuál iba a ser exactamente el final (y no porque me lo hubieran contado). Me ha parecido algo tópico y no solo ingenuo en su narración y estructura, sino incluso también en los propósitos del autor de ir descubriendo poco a poco qué pasaba. Se sabe desde el principio casi, y luego ya no hay efecto sorpresa.


Los comentarios están moderados con lo cual tardan un poco en salir. Gracias por tu opinión.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Tierra Firme. La Vida Extraordinaria de Martín Ojo de Plata, de Matilde Asensi


Tierra FirmeTierra Firme. La Vida Extraordinaria de Martín Ojo de Plata
Matilde Asensi
239 páginas
Editorial Planeta



Argumento:

Catalina Solis es una joven que viaja hacia América con su hermano y su aya. Durante la travesía sufren un ataque pirata. Su hermano muere ante sus ojos, pero antes de que la pillen los piratas a ella, su aya la tira por la borda disfrazada de hombre. Catalina llega a una isla desierta, y allí es encontrada por un comerciante que la adopta como hijo.


Comentario:

Nada más leer el argumento ya salta a la vista que Matilde Asensi abandona en esta novela su habitual esquema aventurero indianajonesco para adentrarse en nuevos terrenos narrativos, sin dejar de lado la aventura. En este caso se trata de contar las peripecias de un personaje en la América colonial del siglo XVII, que me han recordado un poco a las de las novelas picarescas, pero en tono mucho más amable, claro.

Sin embargo, pese al aparente distanciamiento de anteriores obras, observamos algunos puntos comunes. Como siempre, la historia está narrada en primera persona, en este caso por Catalina, lo cual, sobre todo al principio crea algunas incongruencias. Por ejemplo, nos dice que su ama es la que ingenia vestirla con las ropas de su hermano y arrojarla por la borda. En todo momento, según lo que ella describe se muestra muy resolutiva. La voz narradora, en cambio, nos dice que "tenía pocas luces". Ya aunque solo sea porque le han salvado la vida, la opinión de la protegonista sobre su aya debería haber sido algo más positiva, digo yo. Resulta muy raro que Matilde Asensi nos narre con tal jovialidad como la protagonista ve los sesos desparramados de su hermano y todo eso. Parece que no le conmueve nada, o al menos no lo sabe transmitir. Los sentimientos de Catalina reflejados por ella misma son totalmente superficiales.

Luego le acontecen una serie de peripecias llenas de tópico y casualidad a partes iguales. Llega a una isla desierta y sobrevive en plan Robinson Crusoe; por suerte tropieza con unos cañones enterrados en la arena, que tendrán su importancia al final; por más suerte, llega a la isla un señor mercader que casualmente conoce al marido con el que han casado a la joven y al tío de la susodicha, y le aconseja que no se dé a conocer como Catalina, ya que el marido ha quedado tarado y anda por ahí babeando y violando a la gente. Así que, ¡oh, suerte! ese buen hombre decide adoptar a Catalina y darle el nombre de Martín para que, en guisa de varón, le ayude en sus empresas por el mar Caribe.

El resto del argumento es una especie de emboscada o celada que no se puede revelar para no incurrir en el spoiler, pero que no es nada del otro mundo, y más bien te deja la sensación de que no ha pasado nada interesante en toda la novela.

Podría perdonársele a la autora el escaso contenido de su novela argumentando que es la primera parte de tres, pero aún así debería haberse esforzado algo más. La heroina es muy típica suya: fuerte, lanzada, feminista, independiente, superlista... Bastante inverosímil, en realidad, pero más que por los hechos que realiza (ya al principio es capaz de sobrevivir en una isla desierta, cazar, pescar y construir almadías, siendo una adolescente de la época) por la frivolidad de sus pensamientos y sentimientos. También cuesta creer que un mercader de aquella época decidiera adoptar a la primera náufraga que encuentra en una isla desierta y nombrarla heredera (o heredero)

Hay más casualidades inverosímiles, pero no se pueden contar por lo del dichoso spoiler. Bueno, digamos una que no es spoiler: cuando la tiran al mar ella no sabe nadar, pero aprende en el momento... Al final, se nos abre la truculenta perspectiva de que Catalina viva una existencia casi de superhéroe o de versión femenina del Zorro (pero sin sus pretensiones altruistas), Ni qué decir tiene que le resuelven todos los problemas que impedían su manifestación como mujer (fuera marido tarado, fuera tío) y además la dejan bien puesta en cuanto a caudales (heroina con suerte, ya lo he dicho)

En cuanto a la prosa... bueno, Matilde nos explica que ha tratado de crear un castellano que imitara a los giros de la época pero actualizado para mayor comprensión. El intento parece algo fallido. Cada dos por tres nos mete una frase hecha de reminiscencias modernas que echa por tierra el buscado y no siempre logrado tono arcaizante. Algo que me llama mucho la atención de ella, y que no abandona, es su manía de las notitas a pie de página, no por ellas en sí, sino por lo arbitrario de su elección. Es decir, es capaz de explicarnos lo que es una braza o una almadía y luego soltarnos una ristra de palabras relacionadas con los barcos, como bauprés, etc, y dejarnos sin la pertinente aclaración. A veces queda algo risible. También abusa de las interjecciones y preguntas retóricas.

La ambientación parece correcta, aunque a veces algo explicativa.

Poco más se puede decir de una novela breve, sosa y de trama algo floja, inicio de una trilogía y presentación de un personaje que esperemos desarrolle aventuras y peripecias de mayor interés en sucesivas entregas. Qué menos, por veinte euros el tomo.... Muy mono el mapa desplegable que viene al final y que parece de la época.


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jueves, 6 de diciembre de 2007

La puertas de Anubis, de Tim Powers

 La puertas de Anubis
Tim Powers
Editorial Gigamesh
448 páginas
Traductor: Albert Solé

 

Argumento:

Doyle, un experto en literatura inglesa, es invitado por un extraño millonario llamado Darrow a que viaje con él y un grupo de personas a una conferencia del poeta Coleridge en el siglo XIX a través de unos agujeros en el tiempo que ha descubierto. El salto se realiza pero, debido a ciertos problemas, Doyle no regresa y se queda atrapado en una época que no es la suya, y para colmo, es perseguido por el siniestro doctor Romany y su corte de gitanos y mendigos.


Comentario:

Las puertas de Anubis es el libro más famoso de Tim Powers, autor especializado en fantasía.

Aunque el tema principal es un viaje en el tiempo, en esta historia se entremezclan muchos otros elementos, como la magia y hechicería, y los mitos del Antiguo Egipto.

El comienzo es clásico. Se nos plantea una visita a una época antigua para asistir a una conferencia con un personaje famoso. Dado que Tim Powers parece más centrado en el desarrollo de la aventura que en dotar de cierta veromisimilitud científica a su teoría de los "agujeros" en el tiempo o puertas que permiten los saltos temporales, se agradece que no se extienda en tediosas explicaciones sobre el particular. Luego, como suele suceder en los libros de viajes en el tiempo, observamos cuán de ayuda son al protagonista sus conocimientos sobre personajes y hechos de la época, y también lo vemos construir la propia historia que ya conoce o tratar de evitar cambios en los acontecimientos.

Lo cierto es que hasta casi la mitad del libro se mantiene un buen ritmo, con las sucesivas complicaciones del viaje de Doyle, que interfiere en un plan superior ingeniado por un Amo que pretende la reinstauración de la vieja religión egipcia y que se sirve de las Puertas de Anubis (los agujeros en el tiempo) y otras manipulaciones mágicas para lograrlo. La ambientación del Londres del siglo XIX es muy buena, y tiene ciertas reminiscencias dickensianas. Antológicas son las descripciones terroríficas de las guildas de mendigos que operan en la capital británica, perfectamente organizadas y jerarquizas, con sus propios lugares de asamblea en el subsuelo. Entre los personajes más espantosos está el payaso Horrabin, al parecer mutilado y deformado por su propio padre para dedicarse de forma más efectiva a la mendicidad.

También hay una participación muy destacada de la magia, los hechizos y contrahechizos, tanto que en algunas partes parece que estás leyendo algún libro de Harry Potter. Powers le echa mucho humor a la cosa, sobre todo en las escenas en las que Romany, un ka, o doble etérico del doctor Romanelli se comunican, o cuando invocan a unos peculiares espíritus de fuego a los que intentan convencer para que incendien Londres. Y qué decir de las descripciones de las mazmorras donde se ocultan los mutantes, fruto de los experimentos de Horrabin y su padre... También son bastante irónicos los pensamientos de Doyle echando de menos los avances científicos de nuestra época, en un mundo donde hasta tener un catarro puede llevarte a la tumba.

Aparte del plan maquiavélico del Amo y de las desventuras de Doyle, perseguido por los sicarios de aquel, se entrecruzan también las tramas de Joe-Cara de Perro, una criatura que invade cuerpos humanos, a los cuales brota una intensa pilosidad, y que mata tras abandonar y pasar a otros; y las de Jacky, una clásica historia de venganza, que implica travestismo de mujer a hombre. Secundariamente se cita a la Hermandad de Anteo, un grupo que combate al doctor Romany, pero que aparecen en otra época.

Como digo, hasta la mitad o así, el cóctel resulta atractivo e interesante, pero luego parece que la historia empieza a divagar o a naufragar o no saber a dónde se dirige. Hay cierta reiteración en los hechos y situaciones, y algunas tramas se descuidan. Todo empieza a volverse algo confuso y a eternizarse.

El final es algo previsible, pero coherente con la historia. El autor va atando los cabos de diversas subtramas, aunque hay muchas cosas que quedan en el aire.

En cuanto al estilo, hay buenas y efectistas descripciones de lugares y de ambientes, y un exceso de acción, persecuciones, etc, que se desarrollan en escenas algo largas, y son similares entre sí. Algunas subtramas parecen muy cogidas por los pelos o introducidas sin mucho criterio, como la intervención de Lord Byron. Una cosa destacable es la continua referencia a poetas y autores británicos, y los guiños literarios.

En resumen, un libro que de tener menos páginas sería bastante más ágil, y cuya primera parte es bastante más entretenida que la segunda. De todas formas, recomendable para los amantes del género.

Los comentarios están moderados con lo cual tardan un poco en salir. Gracias por tu opinión.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Psiquiatras, Psicólogos y otros enfermos, de Rodrigo Muñoz Avia

Psiquiatras, psicólogos y otros enfermosRodrigo Muños Avia
Editorial Alfaguara (edición de Punto de Lectura)
233 páginas



Argumento:

Rodrigo, un empresario de mediana edad, recibe la recomendación de su cuñado, psiquiatra, de pasar una consulta para resolver su "fobia a los botones" además de su tendencia a trastocar el orden de los fonemas (parafasia). Ese será el punto de partida de su odisea en consultas de diversos terapeutas, que no le resuelven nada.


Comentario:

Ya la dificultad para hacer el resumen de esta novela informa sobre su trama más bien escasa. Aunque se presenta como "novela de humor", yo la encuadraría más bien en el tema costumbrista, porque el grueso de la narración trascurre en la urbanización donde vive el protagonista (algo del estilo de Wisteria Lane, de las "Mujeres Desesperadas", es decir, un lugar donde la mayor parte de nosotros no pisaremos en la vida; ni tampoco conocemos a nadie que viva en semejantes lujos). Se nos cuentan algunas anécdotas sobre los vecinos y sobre la familia del protagonista (que casualmente, también vive en la urbanización: el padre, la hermana con su esposo...) supuestamente graciosas y divertidas, pero que más bien te dejan fría. Hay un vecino que tiene un perro que se llama "Sexo"; imagínense lo que sucede cuando el perro se pierde y tienen que ir por las calles llamándolo a gritos... Se supone que eso es gracioso, y que el tipo es un obseso sexual... Para que no falte nada, en la urbanización idílica también hay un exhibicionista que aparece en un bosque. Hay sospechas sobre quién pueda ser. Lógicamente, y dado que ya tenemos un obseso sexual, el dedo ya tiene a quién señalar. En este punto, la novela me ha recordado a la película "Juegos Secretos" (Little children) que también transcurre en una colonia de este tipo, y donde, claro está, también hay un maniaco sexual del que la gente recela, y al que algunos acosan.

La inclusión de una cierta (tibia) crítica de costumbres, emanada de esta subtrama del exhibicionista, acentúa la impresión de que el autor estaba más bien perdido en sus intenciones, porque no pega muy bien con la premisa general de la novela (los trastornos que producen los profesionales de la psicología, etc) Por otra parte, esta premisa no está muy bien desarrollada. Es decir, el autor se alarga mucho al principio, hasta que se entrevista con el psiquiatra - cuñado; luego se centra en un psicólogo argentino que tiene miedo a la muerte, y que trata de transferir su obsesión a sus pacientes; pero a partir de ahí, el resto de la "hilarante odisea" se cuenta en elipsis, perdiendo parte de su efecto. No vemos ninguna evolución en el personaje, fuera de lo que él nos cuenta, en un tono coloquial (a veces demasiado), que son cosas muy generales.

Es el tono general de la novela lo que a mi modo de ver falla. El humor por su propia naturaleza debería ser subversivo, irreverente... Pero cuando es tan políticamente correcto como en este libro... deja casi de ser humor. Comparo esta novela con "Lo mejor que le puede pasar a un croisant" de P. Tusset y las diferencias saltan a la vista. En aquella el personaje tenía una gracia, un ingenio sarcástico, una vida diferente, y una forma de ser alejada de lo convencional, lo que hacía que sus reflexiones fueran chocantes y divertidas. Sin embargo, ¿qué gracia puede tener un burgués de familia perfecta, que está todo el rato hablando de su maravillosa familia, heredero de una empresa de éxito y cuyo mayor problema es que le molesta la cortadora de césped de su cuñado y que trabuca las palabras al hablar? No veo el conflicto suficientemente poderoso. El humor es muy blanco, y de poco ingenio, y todo para transmitir que los psiquiatras son los que nos vuelven locos y magnifican nuestros pequeños defectos hasta convertirlos en "problemas". Eso hubiera requerido una trama descabellada del estilo de las novelas de Tom Sharpe, donde no se dejara títere con cabeza, pero no es el caso...



Leer primer capítulo:

CAPITULO 1. El día que exploté

1

Hola. Me llamo Rodrigo. Rodrigo Montalvo Letellier. Antes de ir al psiquiatra yo era una persona feliz. Ahora soy disléxico, obsesivo, depresivo y tengo diemo a la muerte, o sea, miedo. En el psiquiatra he aprendido que la palabra felicidad es una convención que carece de sentido. He aprendido que el hecho de volver a ser feliz algún día no sólo es imposible, sino completamente imposible. Ahora me pregunto más cosas de las que me gustaría: sobre la muerte y sobre la vida.

Vivo en un chalet adosado de la urbanización Parque Conde de Orgaz, cerca de la calle Arturo Soria, en Madrid. Estoy casado. Mi mujer se llama Patricia, pero todos la llamamos Pati. Tengo dos hijos, Marcos y Belén. Marcos tiene diez años y Belén seis. Por las noches, cuando Pati está ya metida en la cama esperándome, y mis hijos llevan más de dos horas durmiendo, me gusta salir al jardín y orinar en algún árbol o parterre. Por lo general, cuando esto ocurre, el gato de mis hijos, que, aparte de ser un animal esquizofrénico, conserva todavía algunos instintos, orina exactamente en el mismo lugar donde yo acabo de hacerlo.

El gato de mis hijos es un gato persa himalayo de un tamaño descomunal, y su principal peculiaridad es que en vez de maullar, ladra. Esto lo digo completamente en serio, aunque nadie me cree nunca. Ese gato, a diario, cuando llego a casa para comer y abro la puerta del garaje con el mando a distancia, me dirige su mirada cruzada desde lo alto de su columna (una de las columnas de ladrillos que delimitan la cancela exterior) y emite unas extrañas ventosidades con la boca, sonidos guturales muy secos y cortos, que si no fuera porque provienen de un gato, nadie dudaría en denominar ladridos.

El gato de mis hijos, o perro, o lo que sea, se llama Arnold, supongo que porque mis hijos pensaron que se parecía a su ídolo Arnold Szenchwaseger... o Schwasnezeger... o Schnegerwasze... bueno, no lo sé; hay nombres imposibles, sobre todo para un disléxico como yo. Arnold tiene el morro aplastado, como si hubiera tenido un choque frontal con otro gato de la misma zarra, y cuando te mira parece que no te está mirando, como si su ojo izquierdo sólo pudiera mirar a su ojo derecho y su ojo derecho sólo pudiera mirar a su ojo izquierdo, y sólo sus dientes, asomando como piedras incrustadas en su morro aplastado, estuvieran atentos a cada uno de tus movimientos.

Arnold me tiene manía. Cuando era sólo un cachorro de unas cuantas semanas se orinó encima de un grabado antiguo que me había regalado mi mujer y yo lo tiré a la piscina (al gato, no al grabado) de donde, sin apenas tocar el agua, salió rebotado hasta el borde, como si el agua y sus patas hubieran hecho un cortocircuito eléctrico. Desde entonces, Arnold me ladra cada vez que llego a casa, porque me considera un intruso indeseable en su territorio, y todas las noches, antes de que yo vuelva a entrar en casa, tiene buen cuidado de orinar allí donde yo lo he hecho, para que, a ser posible, no quede el menor rastro de mi existencia.

Una de mis aficiones favoritas es mi gran maqueta de tren, y una de las aficiones favoritas de Arnold es pasearse por encima de mi maqueta y dar toquecitos con la pata a los árboles y los semáforos y al tren que sale en ese momento de uno de los innumerables lútenes, o sea, túlenes. Ver a Arnold encima de la maqueta es como ver a un oso polar encima de la maqueta. Me saca de quicio, pero he aprendido que es mejor no perder los nervios y dejar que sea él mismo, el oso, quien escoja el momento de desaparecer.

Pati y yo tenemos dos coches, un todoterreno y un utilitario con el cambio automático. Yo sólo utilizo el coche para ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. A Pati le pasa lo mismo, pero su caso es más grave, porque ella trabaja a trescientos metros de casa, en el centro comercial Arturo Soria Plaza. Ni a ella ni a mí nos gustan mucho los coches ni les prestamos mucha atención. Yo lo único que le pido a los coches es que funcionen, porque me parece lo normal, y cuando veo que alguno de sus accesorios falla me pongo muy nervioso y pienso en cosas que no me gustan.

Mi madre y mi hermana Nuria me dicen que para qué quiero un coche todoterreno si jamás voy al campo. Mi madre y mi hermana son sensatas por igual. Son como las dos orillas de un río separadas por un cauce arrollador de insensatez, o sea, yo, y también mi padre, que es todavía más insensato que yo. Yo les digo que no voy a ir al campo por el mero hecho de tener un coche todoterreno, sobre todo cuando ir al campo es una cosa que no me gusta nada en absoluto. La razón por la que tengo un coche todoterreno es mucho más sencilla: es el coche, entre todos los que vi, que más me gustó y que más me apetecía tener. Pensé que era un coche fiable, fuerte y seguro. No me gusta la velocidad. Me gusta conducir desde arriba y ver el techo de los demás coches. Yo tomo pastillas para los nervios (esas pastillas que los psiquiatras comenzaron a recetarme para acabar con los nervios que ellos mismos me producían), y prefiero pensar que si me quedo dormido y me estrello contra un muro, el coche va a ser lo suficientemente resistente para salvar mi diva, o sea, mi vida, que es lo que importa. Hay gente a la que le importa más el coche que su propia diva. A mí sólo hay una cosa que me importa más que mi propia vida: la vida de Pati, de Marcos, de Belén, de mis padres, de mi hermana Nuria y de otros cuantos familiares y amigos a los que quiero especialmente.

El único deporte que soporto, hasta el punto incluso de gustarme, es el (creo que se llama así) ice packing. El ice packing es un deporte tan absurdo que me hace gracia. No es muy conocido, al menos aquí en España, pero yo lo veo siempre en el canal Eurosport de la televisión por satélite. El ice packing es una mezcla de petanca y de bolos, pero sobre una superficie de hielo. La verdad es que aunque lo he visto muchas veces todavía no he llegado a entender bien las reglas. El caso es que las participantes arrojan, muy lentamente, una especie de plataforma con asa (como una gran tetera, pero sin pitorro) por la superficie de hielo, con el objetivo, creo, de conseguir que se detenga lo más cerca posible de un punto que hay pintado bajo el hielo. Para ello adoptan una postura muy ridícula parecida a la de los jugadores de bolos pero mucho más agachada, aunque una vez lanzada la tetera, y si ésta va demasiado despacio, la propia lanzadora y las otras dos componentes de su equipo se dedican a frotar el hielo por delante con una especie de escoba pulidora. Es ridículo, ya lo sé, pero tiene algo tan pausado y delicado que me gusta verlo. Es un deporte rarísimo, lleno de teteras y de escobas, y, curiosamente, practicado sólo por mujeres, tengo entendido.

Hace tres años que Pati decidió poner su propio negocio en el centro comercial Arturo Soria Plaza. Se trata de una tienda de marcos que comparte con otras dos socias, sus amigas Myriam y Carolina. Nunca he entendido cómo semejante tienda puede resultar rentable, pero al parecer lo es. Mi mujer trabaja sólo por las mañanas, pero muchas tardes, cuando estamos tranquilamente en casa, yo la oigo hablar por teléfono durante horas. Habla de los tipos de madera, los barnices, los colores, el ancho de los paspartús, los cristales, el pan de oro, el craquelado, el metacrilato, la ligereza del metacrilato, los descuentos, los clientes pesados, los clientes insoportables y los clientes literalmente asesinables. Por cierto, lo de que Pati tenga una tienda de marcos y nuestro hijo se llame Marcos es una coincidencia que sólo nuestro hijo tiene que padecer. Sus amigos le llaman «inglete», o «veinte por veinticinco».

Los monjes budistas, los eremitas, las personas capaces de dedicarse a la vida contemplativa consideran que la máxima pureza y la máxima profundidad se alcanzan con la máxima sencillez. Son personas desprendidas de todo lo material y sólo se necesitan a sí mismas, su interior, para alcanzar una vida plena. Por mi parte me hallo muy lejos de semejantes objetivos. Yo reconozco que necesito rellenar el espacio que me rodea con objetos de toda clase: microondas, agendas electrónicas, barbacoas y rascavidrios. Reconozco que me da pavor el espacio vacío y el tiempo desocupado. El trabajo es un invento magnífico que te rellena cinco de los siete días de la semana. Ocupar los dos días del fin de semana no es tarea fácil. Nada me inquieta más que el síndrome del parado o del jubilado. También me inquieta el síndrome de los muertos, solos en un espacio pequeño, alejados de sus personas y objetos queridos, desprendidos de todo como un budista. Entiendo más a los faraones, acompañados por siempre de sus alhajas, vasijas y enseres queridos.

Los fines de semana solemos pasarlos en casa. Yo tengo mi maqueta de tren y me gusta pasar el tiempo sentado al control de mandos y haciendo girar los trenes. Entre todos mis trenes el AVE es mi favorito, aunque desgraciadamente descarrila siempre que lo llevo a más de 12 voltios. También me entretengo construyendo nuevas casas e instalaciones, aunque como ya no me caben en la maqueta, me dedico a coleccionarlas sobre una estantería.

También nos gusta montar en bicicleta. Marcos, Belén y yo vamos al pinar que está cerca de casa y recorremos los caminos. Marcos protesta de que tengamos que esperar siempre a Belén, pero Belén todavía es muy pequeña y no puede ir más deprisa. Hace un par de meses Marcos y yo hicimos un sprint y nos distanciamos unos doscientos metros de Belén. Mientras la esperábamos y recuperábamos, al menos yo, el resuello, Marcos me preguntó el significado de la palabra «masturbarse». Quise saber dónde había oído esa palabra y me contó que su amigo Julio, paseando por el pinar con sus padres, había visto a un hombre masturbarse. Afortunadamente Belén llegó junto a nosotros antes de que yo pudiera responder a Marcos. Cuando le conté a Pati lo que había pasado, ella lo consideró lógico y normal, pero yo no pude considerar lógico y normal que Marcos me hiciera esa pregunta, ni que el exhibicionista de la urbanización siguiera masturbándose en el bosque, ni que el tiempo hubiera pasado tan deprisa desde que yo le preguntara a mi padre qué significaba «hacerse una paja» y mi padre me respondiera que él tampoco lo sabía y que habría que preguntárselo al médico.

La figura del exhibicionista del pinar es una de las más antiguas de nuestra urbanización, aunque tengo que reconocer que yo nunca lo he visto. A veces pienso que es uno de esos mitos que la gente se inventa, como la mano negra que salía de los retretes en mi colegio, pero lo cierto es que cada tres o cuatro meses se crea un gran escándalo en nuestra urbanización ante una presunta aparición del hombre de la gabardina. Dicen que la gabardina que lleva es de marca —no sé quién tiene tiempo para fijarse— y eso les hace pensar que el exhibicionista es del barrio. Así es la gente de mi urbanización: están convencidos de que sólo ellos en el mundo tienen dinero, o derecho a tenerlo, o derecho a comprar determinadas marcas. También dicen que el exhibicionista es en realidad un espíritu, el espíritu de don Luis Guijarro, empresario extremeño que, por lo visto, murió en el propio pinar en brazos de una prostituta. En fin, no lo sé. Yo, ante la duda, cuando tengo que comprarme una gabardina, procuro comprármela de las baratas, por si acaso.

Mi hijo Marcos tiene la personalidad de los guepardos. Es rápido, fuerte, astuto y competitivo, pero al mismo tiempo es frágil y sensible, necesita el apoyo de sus semejantes y las heridas le hacen más daño que a nadie. Marcos siempre está haciendo cosas (y espero que ningún psicólogo indague nunca en la razón profunda que le lleva a hacerlas): mata moscas, bebe agua, rompe vasos, sube las escaleras, las baja, coge la bici, pega cromos, tiene una idea, tiene dos ideas, tiene tres ideas, empieza una, empieza la otra, empieza las tres.

Belén, al contrario, posee la personalidad de los armadillos. Los armadillos son esos animales que viven en América del Sur y que tienen todo su cuerpo recubierto de un caparazón compuesto por diferentes placas articuladas. Es decir, son como topos, pero recubiertos con una armadura. Son lentos y poco sociables, pero invulnerables. Cuando advierten peligro se enrollan sobre sí mismos y se protegen bajo su caparazón. Tienen unas uñas muy fuertes que les sirven para buscar tubérculos, raíces e insectos con los que alimentarse. En definitiva, son poco espectaculares pero autosuficientes. Como Belén, pendiente sólo de sus cosas y de su mundo, e impermeable a cualquier agresión exterior.

Los documentales que más me gustan son los que comparan aspectos concretos del comportamiento en distintos animales. Por ejemplo: la reproducción de las ballenas, los elefantes, los hipopótamos y las personas. Un día le dije a un psiquiatra que mi hijo era como un guepardo y mi hija como un armadillo y me dijo que se trataba de comportamientos especulares, en espejo, y que cada uno se definía como reacción al otro. No lo sé. A mí ésa me parece una conclusión demasiado fácil. Los psiquiatras siempre tienen que encontrar una teoría que lo explique todo, como si en el mundo no pudieran ocurrir un montón de cosas por casualidad, porque sí. Yo prefiero pensar que Marcos es un guepardo y Belén un armadillo, y que nadie les ha dado la oportunidad de escoger.

De mi constitución física no voy a hablar demasiado. Mido 1,76, un centímetro menos que mi padre, y soy muy delgado, con las piernas y los brazos de alambre, como dice mi madre. Soy moreno, y todos los pelos que tengo los tengo donde deben estar, en la cabeza. Por el contrario apenas tengo vello en el resto del cuerpo. Tengo cejas, y pestañas, por supuesto, y si no me afeito pueden llegar a salirme unos cuantos pelos en la barbilla y en el bigote, pero nada más. Sinceramente creo que soy una persona afortunada en este aspecto. Los pelos que brotan en lugares poco oportunos producen en mí cierta desazón. Un trozo de piel desnudo, sin pelos, es hermoso. Un trozo de piel alfombrado de pelos me da dentera, lo mismo que un trozo de piel de melocotón le da dentera a mi mujer. Hace poco he oído que el pelo de los muertos sigue creciendo durante una temporada. La verdad es que es una cosa muy rara, pero, pensándolo bien, preferiría no hablar mucho de esto. Los muertos.

Los pelos de Arnold son blancos, cortos y lovátiles, y Marcos le hace tragar una vez a la semana una pomada para que no se le hagan bolas de pelos en el estómago. La naturaleza es tan poco sabia que, al parecer, un animal que pasa la mitad de su tiempo lamiéndose el cuerpo puede morir por culpa de la cantidad de pelos que traga. Menos mal que el hombre, que es mucho más sabio que la naturaleza, ha inventado esa pomada disolvente de pelos, una especie de desatascador para gatos. Cuando Arnold ve a Marcos con el tubo de pomada, corre a su encuentro y se le sube encima, porque el sabor de la pomada le gusta tanto que quiere chupar directamente del tubo, tal como hace Belén con el tubo de leche condensada. La leche condensada también debe de tener algo disolvente, porque a mi hija siempre le produce diarrea.

Trabajo en la empresa Germán Montalvo, que es una marca de ascensores bastante conocida y que vende en todo el país. Germán Montalvo es además el nombre de mi padre. Hace más de treinta y cinco años que mi padre creó la empresa y desde entonces su valor no ha hecho más que crecer. Hoy día tenemos más de trescientos empleados y diecisiete delegaciones repartidas por toda España. Antes de fundar su propia empresa, mi padre trabajaba en la multinacional del ascensor Schindler, pero un buen día, él y su amigo Jaime Dávila decidieron llevarse todos los conocimientos adquiridos en Schindler y crearon su propia empresa: Montalvo & Dávila. Siete años más tarde Dávila murió y mi padre compró su parte a la hija y los viudos, o sea, la viuda y los hijos. Entonces cambió el nombre de la empresa, porque ya era completamente suya.

Yo he trabajado en Germán Montalvo desde los veinticinco años. Empecé desde abajo: mi padre, como buen hombre de empresa, no quiso ponerme las cosas fáciles. Hoy ocupo un despacho casi tan grande como el de mi padre y pegado al suyo. Mi padre tiene ya setenta y cuatro años y aunque viene todos los días a la fábrica, la única misión que le queda es la de despachar un rato conmigo. Es lo que yo llamo «transmisión de poderes», un antiguo ritual basado en la idea de que, por el momento, él puede morir y yo no. Esta idea no está del todo justificada y a veces pienso que, al igual que hacen el Rey y el Príncipe de España, mi padre y yo deberíamos viajar siempre en coches separados, y de esta forma evitar que los dos muramos en el mismo accidente y todo aquello que sólo nosotros sabemos sobre la empresa se pierda irremediablemente.

Nuestra fábrica está en un polígono industrial de Coslada, cerca de la carretera de Barcelona. Hace tres años, inauguramos unas oficinas nuevas en el parque empresarial del Campo de las Naciones, junto a la M-40, más cerca todavía de casa, pero mi padre y yo seguimos conservando nuestro despacho en la fábrica, porque ése nos parece el auténtico centro neurálgico de la empresa, el lugar donde se hacen materialmente los ascensores, el lugar donde uno asiste diariamente al prodigio de la técnica y del trabajo en equipo. Esto no lo digo yo, lo dice mi padre, pero yo tengo que estar de acuerdo. Nosotros vendemos elevadores eléctricos e hidráulicos, montacargas y montacoches, plataformas elevadoras, puertas de garaje, escaleras mecánicas, elevadores panorámicos, salvaescaleras y montaplatos. Además de vender, tenemos nuestro propio servicio de instalación y reparación. Hoy en día mi trabajo consiste básicamente en supervisar. Es estupendo supervisar cuando no tienes a nadie que te supervisa. Aunque en realidad mi trabajo consiste en ser dueño, y eso no es tan fácil, porque ser dueño significa que puedes hacer lo que te da la gana pero que en realidad nunca lo haces. Yo faltaba más días al trabajo cuando empecé como ayudante de montaje que ahora que soy dueño. Tener libertad para hacer lo que te da la gana es una responsabilidad demasiado grande, y puede llegar a angustiarte bastante.

Mi padre es una persona un tanto especial y no me resulta muy fácil describirla. La gente dice que yo tengo un carácter parecido al suyo. Quien más me lo dice es mi madre, pero en su caso sólo ocurre cuando está enfadada conmigo y no encuentra un insulto peor que decirme: eres igualito que tu padre. No lo sé. Puede que yo tenga algo de la personalidad disparatada de mi padre, pero sinceramente creo que entre ambos todavía hay un abismo, entre otras cosas porque yo no tengo setenta y cuatro años y no he alcanzado todavía ese grado de senilidad necesaria para que la opinión de los demás te importe exactamente lo mismo que te importa un rábano. Últimamente mi padre ha decidido gastar la mayor parte de su tiempo en darse baños de sol y en acechar a su asistenta nueva en la cocina. Esto puede que lo haya hecho antes con otras asistentas, pero es que ahora no lo disimula ni lo más mínimo.

Nuestro chalet adosado sólo está adosado por un lado, el izquierdo según se entra, donde está el chalet de Nuria, mi hermana, que a su vez está adosado por el otro lado a la casa de mis padres. Esto no quiere decir que en mi familia estemos tan locos y nos queramos tanto que nos hayamos comprado tres chalets contiguos. Lo que quiere decir es que la casa de mis padres era muy grande y decidieron dividirla en tres para que, después de casarnos, pudiéramos vivir cerca de ellos, nosotros y nuestros hijos.

Ni en mi casa ni en la de Nuria hay ascensor, pero en la de mi padre sí. Lo ha habido toda la vida: un ascensor que recorre cuatro plantas, desde el garaje hasta el estudio abuhardillado del tejado, y cuya única función ha sido siempre la de servirnos a nosotros, Nuria y yo, y ahora también a Marcos y Belén, de excelente entretenimiento para pasar la tarde. Lo primero que hacen mis hijos cuando llegan a casa de mis padres es montarse en el ascensor y subir y bajar de un piso a otro y echar carreras a ver si son capaces de bajar más rápido por las escaleras. Mis padres, que no entienden que nosotros no hayamos puesto un ascensor en casa, y que siempre lo defienden como instrumento de primerísima necesidad, no lo utilizan nunca, porque curiosamente dicen que a su edad es bueno trabajar las piernas y subir las escaleras andando. Yo creo que en realidad les da miedo quedarse encerrados dentro, lo que pasa es que eso no se atreven a decirlo.

La ciudad favorita de mi padre es Nueva York. Creo que no hace falta que explique las razones por las que, aunque él las niegue, este fabricante de ascensores adora la ciudad de los rascacielos. Podéis imaginarlo en su paraíso particular, subido en cada uno de los ascensores de la ciudad, pulsando él mismo los botones de los pisos, observando el diseño futurista de las cabinas, disfrutando de unas velocidades para las que sus arcaicas concepciones del ascensorismo no están preparadas. Sinceramente creo que lo que más valora mi padre de los ascensores de Nueva York no es que sean muy rápidos o muy modernos: lo que más valora es que son muchos, muchísimos, tantos que ni cien empresas como la suya podrían dar servicio a semejante volumen de clientes.

Mi hermana Nuria es dos años más pequeña que yo y seguramente por no seguir el pésimo ejemplo que yo fui para ella, ha sido siempre muy buena estudiante. Todo el mundo dice que se parece mucho a mi madre. Las dos son muy delgadas, las dos son altas, las dos se tiñen el pelo de rubio y las dos han votado siempre a la derecha. La diferencia fundamental entre ellas es que Nuria es española y mi madre es francesa, y aunque lleve más de cuarenta años en España sigue considerando un error que las «erres» no se pronuncien como las «ges», y que las «uves» no se pronuncien como las «efes». Mi padre dice que en Francia mi madre nunca habría podido presumir de ser francesa, y que por eso se vino a España. Mi padre se mete mucho con mi madre pero no sabe vivir sin ella. Mi madre se mete mucho con mi padre, pero en realidad se ha desvivido siempre por él, y ha hecho todo por su felicidad.

Nuria es notario, o notaria, y está casada con Ernesto, que además de ser psiquiatra, siega el césped dos días a la semana, y camina durante una hora todos los días antes de cenar, y los fines de semana practica el bricolaje, y dice que, por mucho que yo me empeñe en lo contrario, ninguna de estas actividades está relacionada en su caso con el miedo a la muerte. A diferencia de mi madre, Nuria no se desvive demasiado por su marido. Es Ernesto quien se desvive por ella, entre otras cosas porque Nuria le saca una cabeza. Ernesto y Nuria no tienen hijos. Las razones las desconozco.

Lo único que tenemos en común Ernesto y yo es que los dos odiamos al gato Arnold, pero por aquello de que el gato es de mis hijos yo tiendo a protegerle y a veces hasta me ofendo cuando Ernesto se mete con él y protesta de que se haya comido sus claveles chinos. Cuando Ernesto poda la parte de su seto lindante con nuestro jardín, Arnold se sube al cerezo y le observa, y si a Ernesto se le ocurre corresponderle la mirada, entonces Arnold empieza a ladrarle, con ese estilo tan característico y tan único de Arnold, y que en estas ocasiones tanta gracia me produce.

Bien. No sé si he conseguido presentarme correctamente, pero al menos lo he intentado. Una parte de lo que yo soy me la debo a mí mismo; otra a mis padres y a mi hermana Nuria; otra a Pati y mis hijos, y otra a las cosas del mundo: la puerta del garaje contra la que me abrí la cabeza a los seis años, el tobogán desde el que resbalé a los ocho, o el borde de la piscina contra el que me partí la nariz a los trece. Ya está.

Por las noches me gusta por encima de cualquier otro el momento de meterme en la cama y cubrirme con la funda nórdica. Desde la paz y el calor de nuestra habitación oigo pasar el coche de la empresa de vigilancia que patrulla la urbanización toda la noche. Cada media hora aproximadamente, se acerca hasta nuestra habitación el sonido de ese Ford Fiesta cascado, parecido al de un taxi, y que antes de que te des cuenta ya está alejándose de nuevo, entre una interminable colección de chalets parecidos al nuestro. El sonido del coche de vigilancia es como una música arrulladora que nos permite dormir y que salvaguarda la paz de nuestras conciencias. Los esporádicos ladridos de Arnold, peleándose con otros gatos, nos recuerdan que en algo somos distintos de nuestros vecinos.


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miércoles, 7 de noviembre de 2007

El Mesias Ario, de Mario Escobar


  
Argumento:

1914. Tres profesores extranjeros que aparentemente no tienen relación entre sí, aparecen con horribles automutilaciones en las salas de la Biblioteca Nacional. Los agentes Hércules Guzmán Fox y George Lincoln, acompañados por la joven Alicia Mantorella, se verán obligados a desentrañar un enigma mucho más grande de lo que parecía al principio (revelado a través de un libro escrito por Vasco Da Gama, donde se nombra a un cuarto Rey Mago y la posibilidad de un futuro Mesías Ario), y para ello recorrerán varias ciudades europeas, evitando a peligrosos terroristas, sectarios, espías, etc..., con el telón de fondo de los acontecimientos políticos que precipitaron el inicio de la I Guerra Mundial.


Comentario:

En el segundo libro de Mario Escobar, autor de "Conspiración Maine", podemos apreciar una sustancial mejora en cuanto al uso de las estructuras narrativas y los recursos literarios. Lo que en el libro anterior se apuntaba, aquí ya está plenamente desarrollado, con una mejor planificación de escenas y de la trama, que configura una novela de género de ritmo sostenido y con la inclusión de giros dramáticos que acrecientan el interés. Por ejemplo, cuando se descubre que cierta conclusión a la que habían llegado no era lo que todos creían, y eso produce un vuelco en la investigación.

La palabra "interesante" es quizás la que mejor define la novela. No solo por la aventura en sí misma, que contiene los ingredientes clásicos (investigación, pistas, un libro misterioso, leyendas y profecías que amenazan al mundo), sino también por los temas que toca, no muy trillados (o en algún caso nada trillados). Así que nada de alquimias, griales ni templarios. Mario Escobar, historiador, nos habla en las páginas de su libro de Artabán, el cuarto Rey Mago, y de otros asuntos poco conocidos (lo relativo a Vasco de Gama). Es posible que para personas interesadas, la parte donde se desgranan las vinculaciones de la ariosofía, teosofía y otras corrientes mágicas, con los orígenes profundos del nazismo sean de común conocimiento, pero intuyo que el lector medio encontrará novedosas estas informaciones, en especial la visión de ciertos personajes históricos que luego darían mucho que hablar. Es una oportunidad para conocer a Haushofer (inspirador de descabelladas teorías como la de la Tierra Hueca), Von List (un benedictino renegado y racista, antisemita), Madame Blavatsky (fundadora de la Teosofía), Nietzsche (filósofo manipulado y tergiversado hasta la saciedad) y muchos más.

La división del libro en tres partes marca muy bien los diferentes estadios de la novela, que va avanzando y metiéndose en nuevos temas a medida que pasan las páginas. En la primera, se presenta a los personajes y al misterio que investigan. La presentación es sobria, pero efectiva, quizás debido a que los personajes ya son conocidos. En la segunda, van descubriendo novedades y hay sorpresas. Es difícil hacer el comentario de la que más me ha gustado, que es la última, para no destripar las sorpresas, pero incluso a mí, que estoy harta de leer libros y de anticipar los desenlaces, se me pasó por alto lo más obvio, lo relacionado con el Mesias Ario que ha de venir.

Hay menos personajes que en Conspiración Maine, pero contamos con los dos principales, los viejos conocidos Hércules y Lincoln, quince años después de su primera aventura. Me ha gustado la evolución de Hércules, que en el libro anterior era un borracho que vivía en burdeles y ahora ha mejorado de vida; Lincoln, cuya característica diferenciadora es que es un policía negro en aquellos tiempos racistas, se muestra muy romántico en esta nueva entrega, aunque bastante reservado y tímido. El personaje que menos me ha llegado ha sido el de Alicia, que me parece poco dibujado, y que solo aparece para que "haya una chica", en mi opinión. Sin embargo, si me parecía interesante el de su padre, el almirante Mantorella, que no se desarrolla totalmente. Como ya sucedía en Conspiración Maine, Mario Escobar nos introduce en la trama a personajes reales, como Ramón del Valle-Inclán, del cual señana su afición por la teosofía y el esoterismo, u Ortega y Gasset, que aparece echando un discurso. En esta novela, estos personajes reales están mucho mejor imbricados en la trama, aunque Don Ramón tiene mucha participación al principio y luego desaparece de escena. De todas formas, creo que la creación de personajes o mejor dicho su posterior desarrollo es uno de los puntos menos fuertes de la novela. Por ejemplo, lo relativo a la historia de amor es todo muy tenue, muy tibio. Volviendo a Valle-Inclán, el autor ha incluido guiños a sus obras, como la frase "¡Mal Polonia recibe a un extranjero!", que aparece en "Luces de Bohemia", citada a su vez de "La Vida es sueño", de Calderón. Creo que la cueva de Zaratustra, que se nombra en la novela, aparece en Luces de bohemia. También hay algún guiño cultural en los nombres de los tres profesores mutilados.

Una cosa que destacaría en cuanto a la construcción de personajes es que los "malos" resultan muy creíbles. Todos tendemos a dotar a nuestros personajes de nuestras propias creencias y virtudes (las reales y las que creemos tener) pero cuando un autor es capaz de poner en boca de ciertos personajes doctrinas racistas y de otro tipo que seguramente abomina, y lo hace de forma que casi los ves convencidos y convincentes, ahí te das cuenta de que sabe abstraerse y vivir la novela realmente.

En cuanto a la prosa, la veo correcta y concisa, directa al grano, pero con descripciones y ambientaciones buenas sin necesidad de recargar, ni de añadir una sobredosis de "documentación". Por cierto, los datos históricos y documentales están muy medidos también, haciendo que el peso del libro se vaya más hacia la pura aventura, salpicada con escenas de acción (tiroteos, persecuciones, etc) y alguna escena de crímenes con lujosa descripción (la del manicomio me da un poco de grima). Los hechos históricos también intervienen de manera decisiva en la trama (como el atentado de Sarajevo), aparte de estar de fondo. Esto hace que la novela se lea con gran agilidad e interés. Mario también ha sabido utilizar el recurso clásico de los capítulos muy cortos y con un final que engancha para atrapar al lector.

Creo que los aficionados a la novela histórica con un toque de aventura y misterio no podrán hacer ningún reproche a este libro, que se desarrolla en una época turbulenta de la historia europea en la que se engendraría algo mucho peor, más turbio y siniestro que nadie entonces podía llegar a imaginar.

Aunque esto no es achacable al autor, hago notar ciertos errores de maquetación y bastante erratas, que por suerte, no interfieren en la lectura.

Algunos fragmentos de la obra:

"Hércules, Alicia y Lincoln decidieron dejar por unas horas sus investigaciones e ir a uno de los afamados restaurantes franceses de la ciudad. Caminaron por el amplio paseo del Prado y subieron por la calle del Congreso hasta una pequeña plaza llamada de Canalejas. Las chocolaterías seguían abiertas en pleno verano y el agradable olor de la canela machacada amortiguaba el hedor de las alcantarillas secas por el calor. Las calles empezaban a vaciarse y por las ventanas se escuchaban los sonidos de los cubiertos y los platos de porcelana. Alicia sostenía una pequeña sombrilla en una mano, mientras Hércules la paseaba del brazo. Lincoln se mantenía un par de pasos por detrás. La conversación con Alicia en la biblioteca había pasado de un tono cordial y cómplice a una verdadera disputa. Siempre había tenido una seria dificultad para contactar con las mujeres; no era timidez, más bien cierta arrogancia y una manera brusca de hablar, como si estuviese siempre a la defensiva."

"Unos ruidos en la trastienda les indicaron el camino en mitad de la oscuridad. Había libros por todas partes y a punto estuvieron de derribar alguna de las torres que ocupaban gran parte del suelo, pero en el último momento lograron esquivarlas. Hércules iba el primero con la pistola en la mano. Lincoln cubría a Alicia, que en último lugar empuñaba una pistola pequeña de dos tiros. Cuando estuvieron más cerca pudieron distinguir los ruidos, aquello parecía más bien gemidos y suspiros. El español miró a través de la puerta entornada y pudo observar a un hombre de espaldas. Su piel desnuda llena de vello se movía compulsivamente. Estaba de pie pero se zarandeaba de un lado para el otro. Hércules hizo un gesto para que Lincoln apartara a Alicia de la puerta y se la llevara al fondo de la tienda. No quería que ella viera el horrendo espectáculo."


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jueves, 1 de noviembre de 2007

El misterio de la casa Aranda, de Jerónimo Tristante


El Misterio de la Casa Aranda, de Jerónimo Tristante
Editorial: Maeva 
320 páginas
17 € 

Argumento:

En el Madrid de 1880 el ex delincuente reconvertido en subinspector de policía Víctor Ros, se enfrenta a dos casos. Por una parte un misterioso libro cuya lectura ha impulsado a varias mujeres a matar a sus maridos. Por otro lado, decide investigar en su tiempo libre los asesinatos de varias prostitutas, que parecen relacionados entre sí.

Comentario: (con spoilers

Tras unos capítulos que sirven de presentación, llevando al protagonista de su presente policial a su pasado como prometedor ladronzuelo e incluso menciona de pasada un futuro que quizá resta dramatismo a la trama, pues sabemos que Víctor Ros va a sobrevivir, comienza una historia que pronto provoca una sensación de déjà vu.

Para quien haya leído algunas novelas del género pronto se hace evidente un homenaje, que parece deliberado, al Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, con su correspondiente Watson en la figura de Alfredo, policía mayor que le acompaña y admira sin reparos sus métodos deductivos.

En la actualidad, quizá debido a las reiteradas imitaciones de los métodos holmesianos por autores posteriores, estos ya no funcionan ni sorprenden como lo hicieran hace más de un siglo, por lo que en ocasiones las muestras de entusiasmo de su compañero Alfredo casi hacen sonreír, al igual que presentar al protagonista como un precursor de la medicina forense bajo los auspicios de su mentor, el aristocrático Don Alberto, Conde de Razes.

La novela también tiene paralelismos con las obras de Anne Perry protagonizadas por el inspector Thomas Pitt (sobre todo la primera, "Los crímenes de Cater Street", 1979), desde un protagonista humilde que ha de resolver un caso en la alta sociedad y se interesa, aparentemente sin esperanzas, por la hija de las personas que investiga, hasta el trasfondo histórico que se utiliza como base de los casos.

Quizá sea la recreación del Madrid de 1880 lo más logrado de la novela, con anécdotas entretenidas, a las que se podría poner un "pero", y es que en demasiadas ocasiones parecen pegotes que poco o nada tienen que ver con la trama principal, como que el protagonista va a tal o cual sitio y conoce a uno u otro personaje real de la época.

Hay una ocasión, cuando Víctor y Alfredo asisten a una corrida de toros, que la anécdota, bien narrada y con cierta agilidad en los diálogos, se ve lastrada por el tono explicativo que utiliza el autor, quien desaprovecha la oportunidad de presentar de forma vívida a un personaje del que, además, ya resalta antes (y después) que tiene pasión por los toros y un torero en concreto, y por su nieta.

Demasiadas veces da la impresión de que el autor no confía en su capacidad de hacerse comprender, o en la de quien lee, insistiendo una y otra vez en explicar como es o deja de ser Víctor Ros, de quien se sabe lo brillante que es y su gran mérito sobre todo porque el narrador (autor) lo dice, sin dar la opción de que cada cual se haga su propia composición de este y los demás personajes y de los sentimientos que le despiertan.

También se insiste varias veces en hacer un listado de posibilidades y misterios por resolver en un intento poco afortunado de crear intriga sobre cosas que no la tienen.

Quizá debido a que se da todo explicado y mascado, los diálogos resultan fríos, superficiales, en su mayor parte meros vehículos para desarrollar los casos, excepto en un par de conversaciones entre Víctor y su adorada Clara, donde la joven demuestra tener más personalidad e inteligencia de lo que el policía pensaba.

Cuando se han leído muchas novelas de misterio resulta muy difícil sorprenderse ante la revelación de la identidad del asesino, puede ser por eso que el autor decida dividir la responsabilidad entre varios personajes, siempre habrá alguno, pese a lo limitado del elenco, cuya culpa resulte inesperada.

Sin embargo, este recurso deja pocas opciones en cuanto a la forma de resolución de cada subtrama, que en esta novela se limita a lo más utilizado. Nada menos que tres personajes deciden confesarse ante Ros, uno detrás de otro, y explicarle sus motivaciones, desde el clásico "te lo cuento porque luego voy a matarte y de paso presumo de inteligencia superior" (de cuya implicación no se da ninguna pista), al que pretende justificar lo que ha hecho (narrando en inapropiada primera persona y con todo lujo de detalles el origen de su conflicto en lo que parece un homenaje al Conan Doyle de "Estudio en Escarlata" al incluir una narración dentro de otra) o quien busca su aprobación (y es, casi, el sospechoso más obvio).

Algunas incongruencias del protagonista, como dar información privilegiada a un personaje convirtiéndole automáticamente en sospechoso, la previsibilidad de lo que va a suceder a otros, o la insistencia en explicarlo todo por parte de un narrador que en demasiadas ocasiones no deja alternativas para la visualización de sus protagonistas, sumado a una forma de narrar convencional en la que lo más destacable es la recreación histórica, hace de esta una novela entretenida y fácil de olvidar.


Otras novelas del autor reseñadas en este Blog:

-  "El caso de la viuda negra" 

- "Víctor Ros y el gran robo del oro español"


Las aventuras de Víctor Ros han sido adaptadas para televisión, protagonizadas por Carles Francino (Víctor), Esmeralda Moya (Clara), Megan Montaner (Lola), Tito Valverde (Armando), Tomás del Estal (Blázquez), Helio Pedregal (Aldanza) etc...


Víctor y Clara
Víctor y Lola


*** T ***

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miércoles, 17 de octubre de 2007

Etreum, la biblioteca del Destino, de J. M. S. Gamboa

Etreum, la biblioteca del Destino
Autor: José M.S. Gamboa
Editorial: Acteón
Páginas: 368


 
Argumento:

Agnes, una anciana que va de viaje en carreta, descubre a una mujer dando a luz rodeada de prodigios. Se hace cargo de la niña, quien pronto manifiesta unos curiosos poderes metamórficos. Al tiempo, en Vigilia, una ciudad del Mundo Nuevo surgido de la destrucción del Antiguo, un policía, Mason, trata de capturar a Mosén Mausvai, líder de la religión Nocta, que es sospechoso de matar niños. Varios personajes más entrecruzan sus destinos en este universo en busca de la llamada Biblioteca del Destino, donde creen que pueden estar las respuestas sobre sus orígenes y sobre todo sobre cuáles fueron las causas de la destrucción del Viejo Mundo.


Comentario:

Esta novela, escrita por un autor español, me ha gustado bastante.

Por el tema se encuadraría en el género fantástico, aunque alejándose de las habituales historias que imitan/homenajean a El Señor de los Anillos y similares. También podría considerarse que tiene un toque simbólico muy acusado, y que se manifiesta tanto en el argumento, como en los personajes y sobre todo en sus nombres. Un lector perspicaz pronto adivina que casi todos los nombres son anagramas o juegos de palabras (Yeritsim es Mistery, Viaclias es Lascivia, Mausvai es variación de la forma francesa Mauvais, que significa "malo", Wal es Law -Ley, Baira-Rabia, y así sucesivamente...), lo cual ya conduce nuestra percepción por el lado más simbolista. Que el autor demuestre desde el principio su intención ayuda a aceptar el mundo que ha creado, cercano al surrealismo, con su propia religión, sus propias leyes físicas (es posible la magia, hay dos soles...), su propia Historia o no - Historia, su propio tiempo.

Lo más destacable de la novela, a mi modo de ver, son sus poderosas imágenes, que nos dibujan este mundo irreal, de un modo cercano al "realismo mágico". Ya sé que es algo exagerada la comparación, pero algunos pasajes me recordaban a "Cien años de soledad" (construcción de un mundo donde se mezcla el mito, la Historia, la leyenda, y donde puede pasar casi de todo). La estructura de varias tramas, protagonizadas por diferentes personajes, que terminan encontrándose y cruzándose me parece que dota a la narración de gran dinamismo, además de crear expectación e intriga. Muchos de los capítulos, dedicados a ciertos personajes, son como historias dentro de la historia, con un propósito "moral" que se ve en el desenlace (aunque según mi opinión no se llega muy lejos en este aspecto, quedando todo en lo meramente novelesco). Sin embargo, no es precisamente el argumento, con algunos altibajos, lo que más me ha llegado, sino lo que comentaba anteriormente, las imágenes, metáforas, ideas, descripciones... La de la catedral de la Religión Nocta me ha gustado muchísimo, así como la escena gótica del parto del principio.

Volviendo al argumento, diría que al principio el modo de explicarlo, a base de flashbacks, resulta muy confuso. A veces me perdía y no sabía muy bien en dónde estaba. Hay partes algo torpes en cuanto a técnica. Luego la narración mejora, y se hace más intrigante. Lo que me parece algo flojo es el modo en que el autor resuelve la trama, con el "malo" explicando sus planes, como en las películas, o al estilo de las novelas de Poirot y similares, donde se hace una detallada reconstrucción de todo lo que ha pasado. Además, recuerda mucho a un "culebrón" metafísico, y en algunos aspectos también me ha venido a la memoria "El Paraíso Perdido" de Milton (con la personificación de la Muerte y otros pecados, y sus relaciones incestuosas).

Los personajes pues, están al servicio de los roles que representan (pecados, etc) lo cual no permite profundizar demasiado en las psicologías profundas de muchos de ellos, aunque sí que se describen con profusión sus biografías y actos notables. De los que más me han gustado Mason, Mausvai y el guitarrista de negro, por su carácter manipulador, como de "amo de títeres".

En cuanto a la prosa, sobre todo al principo se manifiesta algo dubitativa. Es mejorable, digamos, y necesitaría algo de pulido para evitar aclaraciones innecesarias, frases explicativas y demás, aunque luego mejora bastante. Hay alguna errata, y también errores ortográficos, especialmente los que tienen que ver con comas, puntos y puntos y comas, pero son poco llamativos en líneas generales.

Sobre la maquetación podría decirse que se utiliza incorrectamente un guión corto por raya de diálogo, que estéticamente no queda muy bien, pero bueno, no afecta a la lectura.

Dejando esto aparte, hay detalles muy buenos, como el del "canto", que me parece muy original, o la lluvia hacia arriba, o las ambientaciones logradas por el autor que van de lo gótico (las ruinas, catedrales, etc) hasta lo más puramente surrealista (campos de cultivo de dinero).

En resumidas cuentas, una novela que se lee con interés hasta casi el final (algún bache narrativo en la mitad, hum), con buenas imágenes, un toque simbólico-teológico que no suele verse en el género. Es muy interesante, algo irregular, y aunque todo ya está escrito, también resulta original. Lo mejor que se puede decir de una novela, a mi modo de ver, es que su autor tiene un mundo propio y personal, y creo que Etreum es un ejemplo de ello. Creo que este autor dará qué hablar en el futuro.

Algunos fragmentos de la obra:


"La Ciudad era inmensa. Había crecido a partir de la construcción de la Catedral, y por entonces, se erigía como epicentro del comercio y cuna del saber del Nuevo Mundo.
La entrada principal a la urbe era majestuosa. Dos gigantescas columnas de marfil negro veteado en rojo rubí, se alzaban hasta perderse en las nubes guardando bien en secreto el misterio de su altura. Entre ambas llovía un agua azul que no mojaba. Pero unos metros antes de tocar el suelo, el velo se abría en un arco de fuego - también azul - que no quemaba. No en vano, en la Ciudad, vivían los Maestros del Fuegua, artesanos de una orden mística capaz de dominar el fuego y el agua; y responsables de semejante construcción.
Tras atravesar la puerta, el camino se tornaba adoquinado y se bifurcaba en multitud de vías, calles, callejas y paseos. La mayoría iban a parar a la plaza central, donde se alzaban la Casa Consistorial, la Catedral, la Universidad - con su biblioteca - y el mercado."


"Emergió para tomar aire y de nuevo el sol le deslumbró. Pensó que debía tratarse de un efecto óptico provocado por las gotas de agua suspendidas en al bruma del ambiente. Fue entonces cuando decidió cambiar su aspecto. Empezó por los ojos. Estos modificaron su forma estirándose, rasgándose como los de los orientales para impedir el paso de tanta luz. el iris también cambió; del color azul al verde casi pálido. Un color que, sin duda reflejaría de una forma eficaz el sol. Su nariz se hizo más fina y su boca se achicó. La larga melena azabache se encogió hasta desaparecer por completo, y todo su cuerpo, impregnado de plancton fosforescente, adelgazó confiriéndole un aspecto más aerodinámico para moverse con mayor libertad en el agua."



Notas biográficas sacadas del texto de la solapa del libro sobre el autor:

José Manuel Sánchez Gamboa (Badalona, 1974) es diplomado en Magisterio de Educación Primaria por la Universitat Autónoma de Barcelona. Como escritor siempre ha sentido debilidad por el género fantástico y de terror, influenciado, fundamentalmente, por sus lecturas de Poe y Lovecraft, de Neil Gaiman y Tolkien o de Stephen King. Es autor de diversos cuentos cortos en los que priman elementos oníricos y tramas cargadas de misterio y fantasía.

Página web del autor

 

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domingo, 30 de septiembre de 2007

Amor duro, de Gudbergur Bergsson



Sú kvalda ást sem hugarfylgsnin geyma, 1993 
Editorial: Tusquets 
Traducción: Enrique Bernárdez 
301 páginas 
14,90 € 

Argumento: 

Un hombre escribe durante varios años un diario en que relata su relación con un hombre que heredó de un amigo de la infancia. 

Comentario: 

La novela comienza con una dedicatoria del autor a Dios y un párrafo en que asegura que si alguien cree que se ha basado en su vida para la novela seguramente tiene razón, ya que hay muchas personas como las descritas en su historia. 

Quizá por eso ni el protagonista ni el resto de los personajes carecen de nombre, como representando tipos de personalidades. 

Aunque escrita a modo de diario, a veces se puede considerar como cartas, tanto a la esposa como al amante, testimonio y, sobre todo, una forma de buscar tanto la propia comprensión y conocimiento como justificar una forma de vivir y sentir, o vengarse de un amado al que considera frío y distante. 

El protagonista desgrana los encuentros con el amante como una lucha de voluntades, a veces pasión, otras enfrentamiento en que el otro aparece y desaparece cuando quiere, sin dar explicaciones, sin mostrar apego, 

Durante el relato, el autor del diario se muestra contradictorio acerca de sus sentimientos y motivaciones, intenta justificar su relación con otro hombre recurriendo a la misoginia, como si necesitara rebajar y desprestigiar a las mujeres para aceptar su situación, sugiriendo que si tienen una relación sexual es para quitarles esfuerzo a ellas... 

También critica a su país, la forma de ser islandesa, y cuenta datos como que en muchos edificios hay pisos dedicados a servir de refugio a las mujeres maltratadas por sus esposos. 

Según evoluciona la relación con el amante juegan a hacer llamadas a la casa del otro, a las mutuas esposas, a reunirse en lugares anónimos sin que ellas sepan que se conocen y establecer conversaciones. 

Con el paso de los años, el protagonista oscila entre la arrogancia de sentirse superior, la inseguridad acerca de los sentimientos de su amante, el intento de justificarse y la recurrente venganza, culpabilizando al amante, a la esposa, de sus acciones y cobardías. 

Aunque la historia acaba siendo repetitiva, la ambivalencia del protagonista, esa humanidad que le hace ser contradictorio e intentar responsabilizar a otros de sus actos, el desprecio a las mujeres que quizá el mismo no se cree, conforman el estudio de una personalidad, la evolución de un amor, a ratos interesante. 





*** T *** 

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domingo, 2 de septiembre de 2007

La vida nueva, de Orhan Pamuk

 La vida nueva
Yeni Hayat
Orhan Pamuk
Traducción de Rafael Carpintero
Punto de Lectura, S.L.
  

Argumento:

Osman es un estudiante que para acercarse a una chica que le gusta y a la que ha visto leer un libro, decide comprar ese libro. Pero al leerlo descubre toda una "vida nueva". Canan, la chica, y Mehmet su novio, le dicen que es mejor alejarse del libro, ya que hay un grupo de personas que persiguen a quienes lo han leído. Canan y Osman viajarán a lo largo de Turquía espoleados por el libro, en busca de ese país desconocido, de ese "ángel" del libro, de su autor, etc, etc...


Comentario:

Este no es precisamente un libro que sea fácil de resumir, ni tampoco es de esos que se leen por el "argumento", ya que la anécdota es muy leve y no está muy definida, o no al menos de un modo "clásico". La Vida Nueva es una novela que se lee por su prosa y por su poder evocador. La trama podría ser tranquilamente la de un best seller de "aventuras y misterio", pero nada más lejos de la realidad.

Orhan Pamuk construye un artificio literario que es metafórico del poder de la lectura y de la escritura. Escrito en un tono poético, pero con prosa sencilla y clara, nos lleva a imaginar mundos que se intuyen más allá de la imaginación, pese a estar asentados en la realidad, en los recuerdos de infancia, en los detalles biográficos y en los elementos más cotidianos. En ningún momento se nos cuenta qué contiene ese libro "La vida nueva", para cambiar de tal modo la personalidad de Osman y su perspectiva vital. Eso nos fuerza a imaginar, algo que se logra gracias a la sugerencia. Curiosamente, el libro que lee Osman se titula igual que la novela, con lo cual parece establecerse un juego metaliterario, que nos hace también protagonistas de la obra. En cierto modo, Osman sería como un trasunto del propio lector.

El autor utiliza muchas metáforas e imágenes novedosas, leit motivs (los ángeles, los autobuses, el libro, los relojes, el viaje), acumulaciones de detalles, descripciones surrealistas (la de los detectives contratados por el Doctor Delicado, todos ellos con nombres de marcas de relojes), que contribuyen a enriquecer la prosa y a dotarla de un poder simbólico increíble.

El discurso narrativo salta de la primera persona a la segunda. En cuanto a referencias, son de lo más variado, aunque destaca la influencia de los cuentos (en algunos fragmentos parece un cuento de hadas, como cuando se describe la familia del doctor Delicado y a sus tres hijas), del mundo del cómic, del cine (las road movies, por ejemplo). También hay muchos saltos en el tiempo, y cambios de perspectiva, que hacen que esta novela se asemeje más que a un relato convencional a un sueño, o visión, o más bien metáfora de la propia vida, e incluso también a una cierta crítica hacia el fanatismo religioso que se ensaña con los escritores y su obra (hay un grupo de conspiradores que desean destruir todos los ejemplares del libro por considerarlo subversivo para la juventud turca), hacia el nacionalismo exacerbado que condena todo lo que sea estranjero, etc... Este modo algo caótico de narrar hace que te pierdas en ocasiones, y no sepas si a Mehmet lo mataron delante de Osman o si murió en un accidente de autobús o si el que murió no era él... Incluso a veces da la impresión de que Osmán murió en el accidente de bus descrito y que todo lo demás es como una visión post mortem donde se une el pasado con el presente en batiburrillo. En todo caso, se pueden realizar varias interpretaciones.

Se trata de un libro que en muchas partes, si no se presta atención, puede resultar ininteligible, o dejar esa sensación de que quizás oculta una segunda lectura o una clave. Es para leer despacio y con detenimiento, nada que ver con las típicas novelitas de "playa" o evasión.

Algunos fragmentos:

"Entre el gentío que atestaba el Instituto Kenan Evren vimos una máquina que guardaba el tiempo, un cristal mágico que convertía los televisores en blanco y negro en aparatos de color, el primer detector automático turco de carne de cerdo, loción para el afeitado sin olor, unas tijeras para cortar rápida y fácilmente los cupones de los periódicos, una estufa que se encendía por sí sola cuando el dueño entraba en casa y un reloj de cuerda que, de un solo golpe, daba una solución definitiva, económica y moderna a todo el problema de los alminares, los almuédanos, los altavoces y la Occidentalización-Islamización. En lugar del pájaro familiar de los relojes de cuco, se había provisto al mecanismo tradicional de dos figuras. A las horas de la oración aparecía en un primer nivel, en forma de balcón de alminar, un minúsculo imán que decía tres veces "Dios es grande", a las horas en punto aparecía en el balcón superior un pequeño caballero de juguete, con corbata y sin bigote, que proclamaba: "¡Dichoso aquel que puede decir soy turco, soy turco, soy turco!"

"Entonces el tiempo era tiempo, los accidentes eran accidentes y la vida, vida. Aquello era la felicidad, y disgustó al Diablo, y, como es el Diablo, comenzó la Gran Conspiración. Un hombre llamado Gutemberg -a él y sus imitadores llamaron impresores- era el peón de esa Gran Conspiración, y multiplicó las palabras de una manera que nunca habrían podido imitar la mano laboriosa, el dedo paciente y la pluma meticulosa, y las palabras, las palabras, las palabras, se extendieron rodando por todas partes como las cuentas de un collar al que se le hubiera roto el hilo."

"Eso que llaman el placer de leer, y de cuya ausencia en nuestra sociedad tanto se queja la gente seria, debe de ser la música que sentía en aquellos momentos entre los documentos y las noticias de asesinatos del enloquecido y bien ordenado archivo del doctor Delicado. Notaba en mis brazos la suave frescura de la noche, oía una música nocturna inexistente y, por otro lado, intentaba descubrir qué iba a hacer a partir de ese momento, como un hombre joven que tiene la intención de ser decidido frente a las maravillas de la vida con las que se ha encontrado a pesar de su tierna edad"

"¡Silencio" -ordenó el ángel-. Ahora escúchenme -se produjo el mismo silencio de cuando los besos-. Un día también a ustedes les sonreirá la fortuna, no lo olviden, también a ustedes les llegará su hora de felicidad. No se impacienten, no se enfaden con la vida, esperen sin tener envidia de nadie. Si aprenden a vivir la vida amándola comprenderán lo que tienen que hacer para ser felices. Entonces, pierdan o no el rumbo, me verán -levantó una ceja con aire seductor-. Porque cada noche tienen aquí al Ángel del Deseo, en la preciosa ciudad de Viranbag."


Orhan Pamuk recibió el Premio Nobel en el año 2006.


Obras más importantes:

La casa del silencio (1983)
El libro negro (1990)
El astrólogo y el sultán (1991
La vida nueva (1994)
Me llamo Rojo (1998)
Nieve (2002)


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viernes, 24 de agosto de 2007

El traje del muerto, de Joe Hill

Heart-Shaped Box (2007) 
Editorial: Punto de lectura
496 páginas
9,99 €
Ebook: 7,99

Argumento:

El músico Judas Coyne recibe un correo electrónico que le comunica la subasta de un fantasma. Lo compra. Cuando recibe el "paquete" comienzan los problemas.

Comentario (con spoilers):

La novela, que se califica como de terror, comienza con la decisión de Jude Coyne, músico talludito que no se encuentra en su mejor momento, de comprarse un fantasma, pues colecciona cosas "raritas", como una película snuff, dibujos de los siete enanitos realizados por el asesino pederasta John Wayne Gacy, etc...

En lo que esperan al fantasma y su correspondiente traje el autor da pequeños apuntes de la personalidad de su protagonista que no le dejan bien parado.

Egoísta y superficial, se destaca su relación con jovencitas de tendencias góticas con edad para ser sus hijas, a quienes prefiere no llamar por sus nombres, sino por los de las ciudades en que nacieron.

Como es de esperar, la actual "víctima" del músico en decadencia, Mary-Beth, a quien él llama Georgia, está locamente enamorada de él, aunque como llevan casi nueve meses juntos no le queda mucho a su lado, ya que Coyne se encarga de ahuyentarlas en cuanto la cosa le huele a exceso de compromiso.

La llegada del fantasma, cómo no, trastorna la plácida vida de Jude quien, de pronto, se encuentra con la venganza de la familia de una ex, Anna, Florida para él, una joven desequilibrada a la que alejó de su lado porque se le hacía pesada.

Durante unos cuantos capítulos el protagonista se enfrenta a las actividades clásicas de un fantasma "juguetón": estancias con temperaturas a punto de congelación, ruidos y olores extraños y desagradables, una radio que nadie ha encendido que se dirige directamente a él, y la visión de un anciano vestido con el traje de marras y unos ojos negros con garabatos en su interior, "tachados"...

Estas escenas resultan inquietantes sólo a veces, perjudicadas por la previsibilidad del comportamiento del fantasma, que no se sale de las convenciones del género, y por la excesiva extensión de algunos pasajes.

Como es de esperar, un personaje prescindible no lo cuenta y Jude decide abandonar su casa en busca de respuestas. La enamoradísima Mary-Beth/Georgia decide ir con él.

La búsqueda del verdadero motivo del envío se convierte en un viaje de descubrimiento y redención en el que Jude y Mary-Beth regresan a sus respectivos y dramáticos pasados familiares en un itinerario que conjuga el retorno físico a sus ciudades de origen con los recuerdos, tanto de infancia como de la historia de Jude con Anna.

La visita de Mary-Beth a su abuela Bammy (¡vaya susto se lleva Coyne cuando se entera de que se llama Alabama!) y la del músico a su progenitor moribundo, junto a la que hacen a Jessica, la mujer que vendió el fantasma, convierten la trama en más y más previsible, además de cambiar, otra vez, el género de la novela.

Durante su periplo los protagonistas se reconcilian con el pasado, y Jude (antes Justin) sufre una transformación radical en sus relaciones con las mujeres que culmina cuando comienza a referirse a su acompañante como Mary-Beth.

Poco a poco, la historia de fantasmas más o menos fantástica se va transformando en una romántica que, tras la traca del enfrentamiento final, aún se alarga varios capítulos para profundizar en los cambios producidos en los protagonistas y culmina con un reencuentro años después que resume lo que ha sido de los personajes.

En resumen, una novela irregular, con prosa sencilla e historia que sólo sorprende cuando cambia de género, entretiene a ratos y se olvida con facilidad.


Enlaces relacionados: 

- Reseña de Cuernos, de Joe Hill, en este blog

- Web de Joe Hill, en inglés


Curiosidades:


- El título original, 'Heart Shaped Box', coincide con el de una canción de "Nirvana".


*** T ***

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