miércoles, 18 de abril de 2012

Cuando el lago se hiela, de Elizabeth Edmondson

The Frozen Lake, 2004
Editorial: Suma de Letras
Traducción: Libertad Aguilera
485 páginas
21 €
Ebook: 7,99

Argumento:

Westmoreland, norte de Inglaterra. En vísperas de la Navidad de 1936 los miembros de dos familias amigas se reúnen en las respectivas mansiones con motivo de patinar en el lago, que se ha helado por primera vez en los últimos dieciséis años. La joven Alix Richardson se empeñará en desentrañar los viejos secretos familiares y, quizá, encontrar el amor junto a Hal Grindley.

Comentario:

Es curioso ver en varios lugares que se califica a esta novela como romántica cuando no lo es, no en el sentido habitual del término, al menos no únicamente. Y la sugerencia que se hace en la contraportada de un posible romance entre Alix y Hal se puede hacer respecto a bastantes personajes más, aunque ninguna de las relaciones es el centro del protagonismo de una historia de carácter coral.

La otra vertiente que se apunta en la contraportada es la trama de misterio y sí, lo hay, desde el comienzo se plantean interrogantes sobre la muerte de la madre y la hermana menor de la protagonista años atrás, un personaje (Michael, que no pertenece a ninguna de las familias) sufre pesadillas que sugieren un terrible recuerdo reprimido de la anterior ocasión en que se heló el lago...

Aunque se diría que la intención de la autora es más la de mostrar las consecuencias de vivir bajo una férrea tiranía familiar que resolver misterios, pues se encarga de esparcir «pistas» a lo largo de toda la novela que permiten adelantarse bastante a las sucesivas revelaciones de los dramas acontecidos en el pasado, por demás nada originales y quizá hasta previsibles.

Sin embargo, y aún teniendo parte de ambos géneros, la novela es también una recreación de la Inglaterra de los años treinta, en que se hace hincapié en la inminencia de la II Guerra Mundial, de la Guerra Civil española o del nazismo, la posibilidad de hacer negocios con Alemania y las diferentes posturas de cada personaje en cuanto a estos temas.

Tanto los Richardson como los Grindley giran alrededor de sus respectivas matriarcas, que gobiernan a los suyos, aunque de diferente manera. Mientras Lady Caroline Richardson es una dictadora que aterra a marido, hijos y nietos, la tía abuela Daphne, recién llegada, administra su poder (acciones en el negocio familiar, riqueza, obligado respeto a los mayores) en bien de familiares menos favorecidos.

Lady Caroline representa una sociedad pasada de moda, que intenta mantener a las mujeres de su familia dependientes de un marido... o de ella, contraria al voto femenino, a que «quiten» los trabajos a los hombres o a que tengan dinero propio.

Alix en una familia, con su trabajo en la ciudad, y Cecy en la otra, estudiante de medicina, representan a la mujer moderna que lucha por sus derechos e independencia, por conocer y afrontar la realidad que sus mayores intentan que ignoren, y salvar a sus hermanas menores.

Poco a poco, a veces con gran detallismo en las descripciones de lugares y vestuario o largas conversaciones que muestran alternativamente desencanto por la vida y lucha por el cambio, en ocasiones mediante elipsis poco afortunadas que llegan a confundir por un instante sobre lo que está sucediendo, la novela desarrolla un mosaico de la época anterior a la II Guerra Mundial que estaría mejor definida como histórica que como romántica.

Curiosidad: La autora se inspiró para la novela en una foto de una excéntrica tía suya caminando por el hielo y en viejos recuerdos familiares.


*** T ***

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martes, 17 de abril de 2012

La Fuente de las Sombras, de Toni Plaza



 La Fuente de las Sombras
Toni Plaza
Editorial Seleer
316 páginas



Argumento

Rebecca, una mujer con dificultades en su matrimonio, viaja a Roma en busca de sí misma, pero nada más llegar, empieza a tener visiones de la antigua república romana. Un misterio relacionado con la tumba de la patricia Cecilia auna a tres parejas y a tres historias de amor a lo largo de los siglos.


Comentario

A pesar de que por el argumento podría pensarse que se trata de una novela más de misterios ambientados en lejanas épocas históricas, yo diría que en realidad "La Fuente de las Sombras" es una novela romántica, con una intriga que deriva directamente de las historias de amor narradas.

La obra, aunque centrada en la protagonista de la época actual, alterna el relato de sus aventuras en Roma con el de otras dos parejas, una de la república romana, de la época de Cicerón y Craso, y otra del Barroco, con los arquitectos diseñadores de una de las famosas fuentes de Roma, la fuente de las sombras del título, que será una de las claves de la novela.

Mediante capítulos cortos, el autor nos narra las vicisitudes de estos amores imposibles, íntimamente relacionados unos con los otros. Las transiciones de unas épocas a otras están bastante bien llevadas, ya que casi siempre hay un vínculo o hecho que se repite y que permite observar la interpenetración de diferentes tiempos en un mismo espacio.

La prosa es correcta, sencilla y efectiva, lo que unido a los capítulos cortos hace que la novela sea ágil y se lea muy deprisa.

Para mí, la parte más floja es la que se refiere a ambientación, en especial la relativa a las épocas del Barroco y sobre todo, la de la república romana, donde se aprecian algunos anacronismos y errores históricos. Se nota que el autor ha potenciado sobre la parte histórica la trama amorosa, en la que se incluye un elemento fantástico o paranormal, como se dice ahora, que a veces ejerce como Deus ex Machina en la resolución de las historias. Efectivamente, las historias de amor, paralelas entre sí, desembocan en un desenlace un tanto fantasioso.

Me ha sorprendido que un hombre haya sido capaz de escribir una novela de estas características, ya que la psicología de las mujeres protagonistas, que son las que llevan el peso de la acción, es bastante acertada, y además posee ese toque romántico tan exacerbado.

En resumen, una opera prima de temática bastante original, donde faltaría algo de ambientación y documentación histórica, pero que gustará a los aficionados a las historias de amor que trascienden el tiempo y el espacio.

Web de la novela
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martes, 10 de abril de 2012

El asesino hipocondríaco, de Juan Jacinto Muñoz Rengel


Editorial: Debolsillo
248 páginas
8,95 €
Ebook: 5,99 €

Argumento:

Un asesino a sueldo “moribundo”, el señor M.Y., autodefinido hombre de moral kantiana, está decidido a llevar a cabo el encargo por el que le han pagado, asesinar a Eduardo Blaisten, aunque sea lo último que haga en el último día que le queda de vida...

Comentario:

Aviso: este artículo contiene SPOILERS de varios pasajes de la novela, incluido el final.

Lo primero que llama la atención en “El asesino hipocondríaco” es el atractivo de su cubierta, y de una sinopsis que hace referencia al sinfín de supuestas enfermedades que padece el protagonista y a varios famosos (y difuntos) que sufrieron parecidas sintomatologías, lo que parece augurar un contenido cuando menos poco convencional.

La narración alterna capítulos breves en los que Y. hace una relación pormenorizada de sus síntomas, temores, mala suerte o las enfermedades que cree padecer con otros en los que se cuentan datos de las vidas (y muertes) de personajes conocidos (Proust, Voltaire, Tolstói, Molière, Kant, Byron, etc) y, más tarde, con aquellos en los que intenta, infructuosamente, cumplir su misión, algo que, en principio, consigue dar la impresión de realizar una lectura fluida y amena.

Redactada en primera persona, y aún así en un tono impersonal aunque capaz de transmitir el subtexto bajo lo que se cuenta, la voz del señor Y. resulta tan convencional que, pese a las supuestas penalidades que sufre, en ocasiones se hace difícil empatizar o sentir simpatía por él, quizá porque está definido únicamente en función de sus obsesiones, sin mostrar otros indicios de personalidad.

Durante las primeras páginas lo que se cuenta resulta hasta cierto punto divertido debido a lo absurdo y surrealista de las situaciones a las que se enfrenta el asesino, aunque pronto produce la sensación de que tanto el relato como su protagonista están metidos en un bucle repetitivo en el que las supuestas enfermedades que dice sufrir y afectan de forma “dramática” la conclusión de su trabajo aportan poco a una trama que va pareciendo más sencilla y superficial cuanto más se avanza en la lectura.

El autor resalta repetidamente la hipocondría de su protagonista en un alarde de documentación que no solo enumera cada enfermedad que cree padecer, sino que además cuenta sus síntomas y otros detalles curiosos, incidiendo sobre todo en el carácter “especial” de las patologías elegidas:

Capítulo 7: “La Maldición de Ondina no afecta a más de trescientas personas en todo el mundo, tamaña es mi mala fortuna.” (Microsueños súbitos en los momentos menos oportunos)
Capítulo 16: “No se conocen más de cien casos de gemelos parásitos en el mundo. Tal es mi mala suerte.”
Capítulo 24: “No hay más de veinte casos registrados en el mundo de personas que padecen el Síndrome del Acento Extranjero. Así de turbadora es mi mala suerte.”
Capítulo 27: “De los doscientos casos registrados en el mundo de personas afectadas por el Síndrome de Proteus, uno es el mío.” (El más famoso sería el de Joseph Merrick, el Hombre Elefante).
Capítulo 48: “El trastorno del embarazo imaginario es más frecuente en las mujeres, pero que sea una dolencia menos habitual en los hombres, que los afectados sean los integrantes de una rara minoría, debería ser precisamente una razón más para sensibilizarse ante su mal…”
Los capítulos dedicados a hipocondríacos reales (es de suponer que los datos biográficos sean ciertos) sirven para que el protagonista realice un paralelismo (al cúmulo de males se une en muchos casos una temprana orfandad) y una equiparación con estas personas que admira e incluso, en algunos casos, parece indicar que esta característica tiene algo que ver en su creatividad (apunta que Jonathan Swift creó a los struldbrugs que aparecen en “Los viajes de Gulliver” tras sufrir un vahído mientras escribía en el desván de su casa, o recuerda la reunión en Villa Diodati y el reto que dio origen al “Frankenstein o el moderno Prometeo” de Mary Shelley).

Esta dinámica, que poco a poco ha derivado en monótona, al punto que los frustrados intentos de asesinato, la relación de hipocondríacos famosos o la lista de síntomas cada vez más raros pierden gran parte de la inicial “frescura”, parece avanzar cuando en el capítulo 31 el asesino y la víctima se encuentran brevemente cara a cara en la casa del último en una escena que parece indicar una evolución en una trama que comenzaba a resultar demasiado simple y hasta previsible.

Quizá también por ese motivo, el autor hace que su protagonista despliegue nuevas actividades, que van desde escuchar las conversaciones entre Blaisten y su amante, Melaina, hasta las más delirantes, como apañárselas para dejar su testamento en poder de éste con la consecuente necesidad de recuperarlo que propicia un encuentro en el que salva la vida a su víctima, dando lugar a una relación entre ambos y al planteamiento y resolución de la única trama consistente de la novela: conocer la identidad de la persona que le ha contratado para cometer el asesinato.

Este intento de dotar de un mínimo argumento a la historia quizá resulte frustrante o insuficiente para quienes esperen una novela de misterio (apenas lo hay) o humor (la repetición casi anula el efecto inicial), e incluso para quienes gusten de las historias con un final, ya que se trata de una obra de estructura circular (acaba con el señor Y. en una situación casi calcada de la que da comienzo a la obra: “Hoy es martes, así que sé que no tardará en aparecer por la calle Virgen de los Peligros esquina con Alcalá, porque los martes se toma un café sentado en un taburete alto del Starbucks junto a la vidriera".)
De hecho, el propio señor Y. lo dice en el capítulo 42:

“Estoy sentado en la escalera de servicio del edificio de Eduardo Blaisten, y sé que mi historia es circular. Acabo de reparar en ello y lo he visto con total nitidez. No podía ser de otra manera, porque mi historia forma parte de otra mayor, más grande y elevada en todos los sentidos, la historia que una y otra vez escribimos con nuestras vidas todos los malditos por el estigma de la desdicha. Por eso acabo de tomar conciencia de que mis esfuerzos por matar a Blaisten parecen no llevar a ninguna parte, como si estuviera condenado a subir una roca a la cima de una montaña y siempre que estuviese a punto de lograrlo la piedra volviese a rodar hacia abajo hasta lo profundo del valle. Como si hubiera caído desde algún otro lugar hasta estrellarme de bruces en el centro de una farsa.”

En conclusión, se diría que lo más evidente y “original” (los síntomas del asesino y las curiosidades biográficas) enmascara durante apenas unos capítulos una carencia de contenido y finalidad en una novela que se sustenta principalmente en estos alardes “espectaculares” y en un trabajo de documentación que puede dar la impresión de aprender algo con la lectura o que la narración es más ingeniosa de lo que la continua reiteración de escenas similares demuestra. Sin embargo la ausencia de evolución tanto en el protagonista como en sus circunstancias, de hechos destacables o un final contundente que “justifique” la inclusión de síntomas y hechos biográficos, deja una sensación de vacío, de haber consumido un producto con un envoltorio bonito pero escaso contenido.


***T***


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