domingo, 23 de junio de 2013

Y entonces sucedió algo maravilloso, de Sonia Laredo




Y entonces sucedió algo maravilloso
Sonia Laredo
Ed. Destino
392 páginas


Argumento:

Una editora pierde su trabajo y decide irse a un pueblo de Asturias a vivir. Allí la acoge un viejo librero.

Comentario:

Novela con ciertas similitudes argumentales y esenciales con "El despertar de la señorita Prim", también reseñada en este blog, "Y entonces sucedió algo maravilloso" nos relata una historia nuevamente de repudio de ciudad y elogio del campo, eso sí, con tintes algo menos utópicos que la otra obra citada (aunque también los tiene). En esta ocasión, la narración se viste de cuento de hadas, en lugar de usar las formas del relato de descubrimiento del mundo utópico o distópico de Prim. En realidad, la historia o argumento es casi lo de menos.

Al tratarse de un "cuento" en el que la narradora adjudica a cada personaje un rol (la bruja mala, el lobo, etc), los hechos descritos resultan a menudo inverosímiles o al menos muy poco probables, como el hecho de que una mujer que coincide con un desconocido en una cabaña durante una tormenta termine acostándose con él porque él se lo pide (ordena) o que en un pueblo perdido en lo más remoto y atrasado de Asturias haya una súper librería famosa en el mundo entero. Por no mencionar (no quiero hacer spoiler) la rocambolesca trama que atañe a la "bruja" o el hecho de que una editora que pierde su trabajo en lugar de buscar otro se vaya a un pueblo desconocido así porque sí. La autora dice encontrar en estas cosas "el sentido de maravilla" que se ha perdido en los tiempos modernos.

Los personajes también están idealizados (como el viejo dueño de la librería, amante de los libros) o exageradamente descritos en su maldad (la mujer de Tomás), sin matices de ningún tipo, arquetípicamente.
La narración en primera persona permite a la autora deslizar reflexiones sobre diversos temas, aunque no se analiza mucho a sí misma y a sus decisiones muchas de ellas difíciles de entender, especialmente su relación con Tomás.

Si bien el relato empieza con ciertos tintes filosóficos (la narradora quiere hacer de su vida una obra de arte) la novela va derivando hacia el campo de la historia romántica, y al final, incluso toca tópicos ya vistos en culebrones, como los relacionados con las identidades de bebés perdidos, etc. Podríamos decir que se trata de una novela romántica encubierta bajo una pátina pretenciosa, ya que, al final, la realización personal por la que aboga la protagonista es la búsqueda del amor y la maternidad.

Como en otras novelas de su estilo, se muestra una preocupante idolatría por los libros, como si fueran lo más importante en la vida. Y un fetichismo exagerado hacia los libros como objeto.

En cuanto a lo formal, la novela está bien escrita, unas partes mejor que otras, aunque a mí me ha resultado muy cargante el abuso de citas y referencias a libros, casi una por párrafo. Es de agradecer, no obstante, que en esta ocasión, al contrario que pasaba con Prim, las citas abarcan libros de toda la literatura universal, sin excluir autores españoles. Los diálogos a veces son un poco artificiosos y suenan a sermón o a discurso, con cierto tono a autoayuda, pero más disimulado y sutil que Prim.

En resumen, la enésima novela que echa pestes del mundo moderno y elogia la sencillez del mundo campestre y la cultura libresca, al parecer, superior a cualquier otra manifestación artística o social, con argumento de historia romántica que pretende ser otra cosa y un final francamente descabellado.

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