lunes, 29 de enero de 2018

Homo Lubitz, de Ricardo Menéndez Salmón

Homo Lubitz
Ricardo Menéndez Salmón
Seix Barral
239 páginas

Argumento:

Según la contraportada: "Richard O’Hara aguarda en un hotel de Shanghái la firma de un contrato entre el Gobierno de China y las farmacéuticas occidentales que lo convertirá en un hombre rico. Tras su estancia en Asia, recibe un extraño encargo: hallar el paisaje que aparece en una vieja fotografía. Obsesionado por esa imagen, emprenderá entonces un viaje alrededor del planeta en compañía de una mujer llamada Amanda. En este thriller vertiginoso, en el que los accidentes juegan un papel decisivo, los vampiros son coleccionistas de arte y el cineasta David Cronenberg explica cuál es el verdadero espíritu del siglo xxi, Ricardo Menéndez Salmón muestra su confianza en la ficción literaria como instrumento para interpretar nuestro mundo."


Comentario:

En primer lugar, hacer notar lo poco que encaja la descripción del argumento de la contraportada con lo que realmente contiene el libro. Lo del thriller vertiginoso es especialmente sangrante. Porque ni es thriller ni es vertiginoso. Bien, no voy a negar que cuando leí eso no me lo creí ni por un minuto, sabiendo quién era el autor.

 En efecto, la débil trama, por llamarla de algún  modo, es una mera excusa para enhebrar frases y párrafos "bonitos", en teoría artísticos, pero que, en general, no encierran un contenido real si se analizan. Todo eso podría tener un pase si buscamos el arte por el arte, la belleza por la belleza, la metáfora, etc, pero es que hasta en eso me parece que flojea con respecto a obras anteriores.

El título hace alusión a Andreas Lubitz, piloto tristemente famoso por haber estrellado un avión en los Alpes, y por el cual el protagonista parece sentir cierta fascinación. En realidad, se nos dice que le gustan los accidentes. Al final, también hay una película que narra el accidente de los Alpes, dirigida nada menos que por David Cronenberg, que hace una aparición estelar para darnos su visión del arte, la vida, etc.

Los personajes de esta novela tampoco tienen mucho fondo que digamos. El protagonista, O'Hara, tiene como misión poner una especie de vacuna a los chinos para eliminar su intolerancia a la lactosa (sí, tal cual), cosa que luego resulta formar parte del plan de un tal Control, cuyas disquisiciones sobre la vida eterna y la inmortalidad, nos hacen pensar en una especie de vampiro, aunque esto tampoco tiene relación con lo demás. Luego hay un viaje para buscar un paisaje de una fotografía o algo por el estilo, en compañía de una señora mayor llamada Amanda, cuyo sentido se me ha escapado.

Como dije antes, la trama es una excusa. El autor engarza reflexiones, parrafadas, descripciones... que no van a ningún lado. O quizás es que el sentido está tan escondido que no lo he visto. Me gustaría saber qué quiso expresar el autor con este libro. En algunos comentarios he leído que se trata de una "radiografía del hombre contemporáneo", pero de verdad, no lo he captado.

Eso sí, es tan breve que no se hace pesado, si es que uno se olvida del argumento y busca solo deleitarse con alguna frase o pasaje destacables, aunque estos no son tan abundantes como en otras novelas. De hecho, cuando lo comencé a leer pensé que, en verdad, RMS se había pasado al thriller, por el estilo de escritura. Sin embargo, conforme pasan las páginas se vuelve al estilo típico del autor (más diluido, me ha parecido)

En resumen, un libro difícil de valorar y seguramente muy bueno... si uno comprende lo que quiso decir el autor, pero un galimatías de elementos inconexos para todos los demás...


Algunos pasajes
Un sentido siempre complejo de acatar, y que apuntaba a satisfacer la vieja, reiterada, inexpugnable pregunta que también sólo a él correspondía responder: cómo llenar de motivos un tiempo sin pausa, cómo sobrevivir al tedio inenarrable de una vida sin final. En aquella labor de exhumación que no terminaba nunca, remontándose de época en época, hacia atrás en los almanaques como un cangrejo que invirtiera la flecha del tiempo para atrapar con sus pinzas no un omega de la restitución sino el alfa del reconocimiento, aquel pozo profundo aceptaba haberse escudado en alias de todo tipo, en climas tan variados como extremos, tras la máscara de lenguas tan ajenas entre sí como el urdu y el rumano, coetáneo de nombres que hoy eran mármoles imperecederos en los museos del asombro, los Alejandro y Constantino de cada ciclo humano, para regresar al misterio sin solución de cuándo el niño del desierto se convirtió, por obra y gracia de un suceso aberrante, celosamente oculto, de un don no presentido ni anhelado, otorgado sin causa ni disculpa, en el anciano sin edad condenado a no morir, a resistir cada impulso de demolición del tiempo y, con él, a padecer la inmortalidad de los afectos, el agravio más duradero.


El estreno mundial de El cielo se desploma tuvo lugar en el Lido de Venecia el día 1 de septiembre del año 2026. Fue la película escogida para inaugurar la edición número 83 de la Mostra. Vestido de negro, con su cabello plateado sobre la frente poderosa y despejada, su director, el canadiense David Cronenberg, mostraba un aspecto envidiable a sus ochenta y tres años. Pero se le veía irritado. La prensa había abucheado su trabajo. Los críticos de medio mundo habían abandonado la proyección aturdidos y enfadados. En el mejor de los casos, desconcertados.


Cronenberg manipuló el precinto de la botella de agua y al hacerlo salpicó la mesa, los papeles, el micrófono de la intérprete. No fue torpeza. Pareció nerviosismo. Si El cielo se desploma hubiera sido un éxito, la sala habría reído ante aquel acto fallido. Pero nadie se movió con simpatía en su asiento. Nadie se permitió un suspiro de placer ni de alivio. Nadie miró al director con benignidad a pesar de sus ochenta y tres años de edad y de sus magníficas obras, a pesar de lo que su trayectoria representaba para la historia del cine. Como si la rotura del precinto del agua fuera un mal augurio, un silencio incómodo y espeso se derramó entre el público. Mientras, la intérprete sonreía con fijeza de máscara. La risa tiraba de sus labios hasta regalarle una mueca triste, el rictus de una muñeca con la que nadie juega. Más de uno deseó que se pudiera rebobinar la escena. Que Cronenberg volviera a manipular con más tino la botella de plástico. Que el director y la intérprete volvieran a entrar en la sala. Que, piadosa y discretamente, El cielo se desploma nunca hubiera sido filmada.


La voz de Cronenberg expresó su convencimiento de que Andreas Lubitz era un síntoma. Y de que él, Cronenberg, había filmado síntomas durante toda su vida de cineasta. Síntomas del calvario y del éxtasis. Síntomas de la enfermedad y de la violencia. Síntomas de las nuevas parusías. La voz de Cronenberg puntualizó que Andreas Lubitz era el síntoma de una enfermedad que se llevaba gestando hacía muchísimo tiempo en el organismo occidental, largos años de ausencia y deterioro, una época espléndida y a la vez inocua. Ese síntoma, precisó la voz de Cronenberg, era la angustia ante el vacío. Cronenberg dijo que consideraba a Andreas Lubitz un enfermo de nihilismo, pero sin el cariz romántico de los primitivos nihilistas, los jóvenes rusos que se inmolaban en aras de un futuro mejor. No. Andreas Lubitz era un nihilista del narcisismo, un hombre débil y estúpido que quiso jugar a ser dios, cualquier dios, y que al poner en cuarentena los panteones nos hizo percibir la aterradora presencia del vacío. Un vacío tanto más implacable en la medida en que transparentaba un cúmulo de decisiones egoístas: falta de reconocimiento y éxito, deudas de dinero, la puesta en duda de una personalidad. La sala contenía el aliento. Venecia no estaba preparada para la filosofía. No el día 1 de septiembre del año 2026, con aquellas mujeres hermosísimas vistiendo trajes de diez mil dólares, con aquella suave luz enmarcando la Laguna como una joya imperecedera, con aquella procesión de inane esplendor que los actores, las actrices, su fama breve y brutal, la fama de los idiotas y de los muertos, irradiaba en torno suyo como flecos de un cometa que se desintegra. Por eso O’Hara sintió que Cronenberg hablaba sólo para él, que esa conversación había comenzado en una cafetería de Nueva York en marzo del año anterior, cuando en un ejemplar atrasado de Variety la noticia del rodaje de cierta película había llamado su atención.


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jueves, 25 de enero de 2018

Reino de fieras, de Gin Phillips

T.O.: Fierce Kingdom, 2017
Editorial: Suma, 2018
340 páginas
18.90 €
Ebook: 9.99 €

Argumento:


Joan y su hijo Lincoln, de cuatro años, se disponen a salir del zoo poco antes de que cierre cuando una serie de disparos lo impide.


Comentario (con SPOILERS):

La novela no empieza mal: presenta a los principales personajes (Joan y Lincoln), la relación entre ambos, las circunstancias que les han llevado al zoo, el conocimiento que tiene ella de lugares y atracciones (poco aprovechado durante el intento de permanecer ocultos), y de pronto el caos, los disparos, los cadáveres.

Narrada en tercera persona y presente, la mayor parte del tiempo desde el punto de vista de una Joan que, enfrentada al horror, tiene como principal meta mantener a salvo a su hijo, algo que, en principio, resulta conmovedor, si bien no tarda en repetir una y otra vez similares situaciones, pensamientos y reacciones, lo que demasiado pronto elimina factores como la sorpresa, la imprevisibilidad o la expectación sobre lo que habrá de suceder, además de dar la sensación de que pasa poco o nada, y la historia no avanza, estancada en una suerte de huida sin rumbo ni finalidad concreta.

Durante unas breves páginas Joan es capaz de contactar con su marido mediante mensajes con un móvil que no tarda en abandonar en una decisión cuestionable que parece destinada a acrecentar la sensación de aislamiento de los personajes, de que solo ella puede proteger al niño. Mientras intentan alejarse y esconderse, la protagonista desgrana recuerdos de su vida y de capítulos de la serie de los ochenta El espantapájaros y la señora King, de la que describe varias escenas, románticas, que la impactaron, cuya única finalidad parece ser dotar a la protagonista de cierta personalidad.

La aparición de otros personajes, Kailynn y Margaret Powell, con sus correspondientes puntos de vista y circunstancias brevemente resumidas, permiten cambiar un poco el rumbo de una historia que llevaba demasiadas páginas dando vueltas sobre sí misma con interés decreciente. También aparece Robby Montgomery, el único de los asaltantes cuyos pensamientos y motivaciones se conocen, utilizado para crear nuevas situaciones y relatar los tópicos y poco convincentes motivos que les llevan a realizar la masacre.

Quizá lo más interesante de la novela sea la dinámica entre madre e hijo, y lo que ésta es capaz de hacer para protegerlo, representado sobre todo por un par de escenas en las que hace elecciones moralmente cuestionables, aunque más tarde se aprecia un intento de «redimirse» en una reacción entre absurda e innecesaria (arriesga la posibilidad de salvar a Lincoln) que alarga la narración unas páginas más sin llegar a profundizar en los posibles remordimientos o justificaciones de Joan acerca de lo que hace o deja de hacer.

El final, correcto y coherente con la premisa de la que parte (Joan y Lincoln en el zoo, luchando por sus vidas), puede resultar un tanto anticlimático, por lo repentino, por la falta de explicaciones sobre hechos y personajes y también por lo abrupto, dejando la sensación de que falta algo por contar, de que ha desaprovechado tanto las connotaciones morales de lo que hace Joan como el lugar en el que se desarrolla la acción, ese zoológico imposible de visualizar por las descripciones confusas y generales que se hacen de él, o la comparación entre las fieras animales y las humanas.

En resumen, «Reino de fieras» es una novela correctamente redactada, que sigue las convenciones del género y puede resultar excesiva en algunos pasajes, alargados y repetitivos, con ritmo e interés irregulares y personajes poco trabajados al servicio de la trama. Tan entretenida como olvidable.


***T***


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lunes, 22 de enero de 2018

Morir no es lo que más duele, de Inés Plana

Morir no es lo que más duele
Inés Plana
Espasa
448 páginas


Argumento:

Un ahorcado aparece en las afueras de Madrid, con los ojos arrancados y un papel con el nombre de una mujer. La guardia civil se hace cargo del caso.


Comentario:

Enésima novela con ínfulas de "bestseller que va a arrasar y del que todo el mundo va a hablar" con un crimen de resolución a priori difícil y puesta en escena inquietante, ambientada en los alrededores rurales de Madrid. La obra intenta, de este modo, subirse al carro de Dolores Redondo y similares, sin lograr no obstante un elemento diferenciador y característico, algo que la distinga del resto de historias del mismo cuño, tanto españolas como extranjeras. 

Tratándose de una autora novel se explican (y quizás perdonan) algunos defectos de la narrativa, pero si pensamos que está publicada por Espasa, entonces ya tenemos que hablar de una mala edición del contenido. 

La novela sigue la plantilla de una historia de género policial clásica con la aparición del cuerpo, la irrupción del detective (en este caso guardia civil), pistas extrañas, etc... todo lo que ya sabemos, hasta al menos dos tercios de su extensión. Pero llegando al último tercio, lo que era un policial genérico se transforma, por arte de magia, en algo parecido a un thriller, desvelando antes de lo normal al asesino y quitando con eso buena parte de la intriga e interés que pudiera estar suscitando la historia.

Entre los defectos mencionados está la reiteración de información. Se da el caso de frases repetidas, con el mismo contenido, y a distancia de pocas páginas, con lo cual es mucho más evidente (la escena en el cementerio, por ejemplo, cuando Gherardus da el pésame al teniente y cuenta lo que ha recordado, ¡nos lo cuentan dos veces!). 

Algo que llama la atención es la gran cantidad de personajes con punto de vista, de los cuales se nos dicen detalles irrelevantes, con mucha prolijidad, excesiva más bien, que rara vez tienen relación con la trama o sirven para hacernos una composición del carácter de los protagonistas. No solo no tienen personalidad, sino que además tampoco evolucionan. Y sus características pocas veces tienen influencia en la historia. Es como si hubieran compuesto una hoja de personaje y en la novela se hubiera volcado todo, sin filtros, pensando que eso construye un personaje (cuando lo hace su forma de actuar y expresarse, sus diálogos, etc). 

Ha habido momentos en los que he tenido que mirar hacia atrás para ver quién tenía el punto de vista, ya que va cambiando cada poco, incluso con los menos importantes. Las mayores confusiones ocurren con los policías, que son muchos para mi gusto (un sargento, un capitán y un teniente, creo recordar, algunos de ellos, como el sargento, con una subtrama insulsa y sobrante sobre su novia). 

Mención aparte a los personajes femeninos como la doctora psiquiatra que, al final, no hace nada en el sentido dramático y narrativo, y la paciente Sara, que tampoco tiene gran aportación pese a lo que parecía en un principio (yo creía que era la prota). Los continuos cambios de punto de vista no solo me han hecho perder el hilo en alguna ocasión sino que además me han engañado sobre la relevancia de los personajes.

El caso en sí, o la investigación, no es muy lucido ni llamativo, y casi siempre se averiguan cosas mediante escandalosos y descarados deus ex machina, como recuerdos repentinos y casualidades increíbles. Así pues, un policía de los años setenta recuerda de pronto detalles que durante décadas tuvo ocultos (prácticamente dice: "voy a dar un paseo a ver si recuerdo" o algo así, y en efecto, recuerda). Y el propio teniente protagonista también recuerda de pronto (y cuando conviene a la autora) detalles de su vida que tienen relación con el caso (¡otra casualidad!) de un modo forzado y poco natural. Otros personajes, por el contrario, olvidan también cuando conviene. 

Pero sin duda lo peor de todo es el final. Si bien, incluso con los defectos formales, podría funcionar como un policial sencillo, al llegar a los dos tercios de extensión se va todo al garete. Se da un giro y se otorga el punto de vista al asesino nada menos, y ya no hay caso ni investigación ni nada, sino una historia truculenta relacionada con la guerra. La forma cómo termina, el desenlace, incluye de nuevo una casualidad (lo del globo, arrggg), enfermedades repentinas (esto, en concreto, es muy fuerte, en serio), etc, todo aleatorio y sin gracia narrativa. Y, encima, habrá segunda parte.

Para no decir todo malo, la redacción es correcta.

En resumen, una novela con pretensiones de bestseller, en la línea de los policiales de moda últimamente, pero sin ninguna de sus virtudes: ni personajes carismáticos, ni entornos paisajísticos a los que se saque partido en la ambientación, ni detectives con ingenio para resolver, con mucha paja y muchas casualidades. No digo que no pueda gustar a alguien. A mí, desde luego, no. 


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jueves, 18 de enero de 2018

Arañas de Marte, de Guillem López

Editorial: Valdemar, 2017
Colección: El Club Diógenes/CD-334
Ilustración de cubierta: Santiago Caruso
256 páginas
13.20 €

Argumento:
Hanne empieza a sufrir experiencias extrañas tras perder a su hijo Joan víctima de una enfermedad.

Comentario (con SPOILERS):

Una de las cosas que más destaca en la novela es la parte formal. Narrada en tercera persona y presente, desde los principales puntos de vista de Hanne y su marido Arnau, con la incursión ocasional de Joan, hijo de ambos, y algún otro personaje secundario, enseguida se nota que el autor tiene una prosa culta, llena de imágenes propias (evita frases tipo «doblado en un ángulo imposible» o «los ojos como platos»), a veces muy visuales y ricas en matices, aunque también con el riesgo de sobrecargar la historia en momentos puntuales.

La inclusión de diversos elementos a modo de leitmotiv: la foto de Alain Delon, los caballitos de mar o la novela pulp «Arañas de Marte» entre ellos, contribuye a enriquecer la novela, dándole hilos conductores y ratificando la impresión de que cada pequeño detalle está bien pensado e incluido con una intención concreta.

Para quien conozca un poco el género en que se inscribe «Arañas de Marte» (entre la ciencia ficción y la fantasía), no será difícil identificar temas habituales (la posibilidad de mundos paralelos, de seres extraterrestres decididos a colonizar la Tierra y a sus habitantes, agujeros negros,  locura…) o incluso o similitudes con la obra de sus autores (Philip K. Dick), lo que elimina el factor originalidad, si bien la habilidad del autor para manejar situaciones, abordar posibilidades y retorcer la posible interpretación de los hechos consigue mantener el  interés acerca de lo que pasa.

Los personajes no están desarrollados más allá de los rasgos básicos (la pérdida del hijo, el romance entre Hanne y Arnau…) necesarios para que funcionen al servicio de la enrevesada historia en la que se ven implicados. Por ejemplo, la madre y la amiga de ella apenas tienen interés, aunque el doctor Jaume Boix y su becario, Max, protagonistas del capítulo 10 (uno de los más intensos de la novela) son más atractivos, quizá por la relevancia de lo que sucede en las pocas páginas en las que aparecen.

En este el capítulo casi metaliterario, el neuropsicólogo es también el autor de la novela «Arañas de Marte», que lee Hanne y tiene gran importancia en la historia, sobre todo en cuanto a la dificultad para distinguir entre realidad y ficción. También se abordan algunos temas de la obra con cierta profundidad, en especial el que achaca lo que le sucede a la protagonista a la pérdida de su hijo (a destacar que la novela empieza y termina hablando de Joan). O el clásico que los personajes se cuestionen su realidad, en esta ocasión a cargo del becario: «―Si todo pasa en su mente, ¿dónde nos deja eso a nosotros? Quiero decir, ¿no somos un producto de su imaginación?»

En resumen, «Arañas de Marte» es una novela muy bien planificada y redactada, sumamente entretenida, con premisas interesantes aunque no originales, cuya resolución no acaba de ser satisfactoria, quizá porque queda con la curiosidad de ver cuál hubiera sido el resultado si el autor se hubiera decidido por una de las posibilidades que apunta, para darle sentido y profundidad, en lugar de dejar abierta la interpretación de lo que sucede.


***T***


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lunes, 15 de enero de 2018

Basada en hechos reales, de Delphine de Vigan

D'après une histoire vraie
Delphine de Vigan
Traducción: Javier Albiñana
344 páginas
Editorial Anagrama

 
Argumento:

La escritora Delphine de Vigan, después de su gran éxito con la novela "Nada se opone a la noche", sufre un bloqueo creativo. Es incapaz de escribir una palabra más. Entonces aparece L., una mujer misteriosa que, poco a poco, va ganándose su confianza. Pronto L. se manifiesta como un acicate para retomar la escritura.


Comentario:

Lo cierto es que el argumento prometía: una intriga literaria bajo la premisa, un tanto tópica, del bloqueo de escritor, con dos personajes femeninos en confrontación y ambigua amistad (dependencia, atracción, obsesión, etc), pero pronto la novela muestra sus debilidades.

En primer lugar, se juega con la dicotomía realidad/ficción. Las dos mujeres, una novelista, la otra "negra literaria", de origen e intenciones misteriosas y oscuras, mantienen conversaciones sobre este asunto, que al principio son interesantes, pero luego se hacen repetitivas. Dan vueltas siempre sobre lo mismo, sin aportar ideas realmente rompedoras, quedándose un poco en lo convencional. L. mantiene que el lector busca sobre todo "verdad" en la literatura, y en todo momento trata de que Delphine retome esta vía ya abordada en su exitosa autoficción "Nada se opone a la noche", que narra la vida de su madre, es decir, novela hechos reales. Esta novela, curiosamente, sería lo contrario: hacer pasar por real algo que es ficción, utilizando la propia biografía, familia y entorno de la autora. Incluso se menciona a sus hijos y a su pareja, François (conocido en Francia por sus programas en la TV sobre literatura).

Así pues, la historia se plantea a la vez como una reflexión metaliteraria sobre la creación, la autoficción, la realidad, la ficción, etc., y como una intriga que incluso recuerda a las de las novelas de género (hay citas de libros de Stephen King, con esto ya está todo dicho) que parece que va a revelarnos las inquietantes aproximaciones de L. y su rápida toma de posesión sobre Delphine, a la que llega a sustituir en un evento literario, y su existencia. Las citas del famoso autor americano (de Misery y de La Mitad Oscura) dan pistas acerca del argumento e incluso hasta, en cierto modo, de la resolución de los enigmas, pero incluso no conociendo estas novelas, fácilmente se adivina el final, que resulta, por cierto, al menos para mí, muy insatisfactorio.

Desde la mitad de la novela, más o menos, se empieza a desinflar todo el invento. Las charlas y encuentros de L. y Delphine se repiten, se estanca el ritmo, y cada vez vamos sospechando más lo que se avecina. Ciertamente, el argumento no da para tantas páginas. Y cuando se produce el desenlace, la autora opta por lo más fácil, por la ambigüedad, aunque literariamente puede que sea lo que mejor funcione, sobre todo, en relación con el "mensaje" y el tema. Sin embargo, yo diría que la novela en general se queda a medio camino en todo, como intriga y misterio, más que nada, pues esperas que haya algún giro o algo, y ahí sigues esperando... Como dije antes, funciona mejor como novela literaria sobre la "verdad" de los autores y sus creaciones.

En cuanto a la prosa y aspectos técnicos, me ha parecido bastante sencilla, salvo algunos fragmentos más brillantes, puntuales, generalmente relacionados con las reflexiones. No es difícil de leer. Por lo extravagante de las relaciones entre L. y Delphine me ha recordado un poco a algunas novelas de Amélie Nothomb pero sin ese toque surrealista y humorístico de la belga (habría sido de agradecer un poco de humor, pero bueno, Delphine es más seria). Al parecer, hay una película dirigida por Roman Polanski sobre esta novela, protagonizada por Emmanuelle Seigner y Eva Green (que por cierto, no pega nada para el personaje de L, o al menos, yo no me la imaginaba así en absoluto...).

En resumen, una novela  que pese a hablar de literatura, creación, relaciones entre ficción y realidad, y ese tipo de temas un tanto intelectuales no resulta ni cargante ni ardua, se lee con interés por la intriga de conocer el devenir de la relación entre dos mujeres relacionadas con la literatura, pero al final, es una especie de reflexión sobre la autoficción, los fantasmas del escritor, la verdad, la creatividad... sin que destaque ni como alta literatura ni como novela de género misterioso. Correcta sin más, con algún buen y destacable momento.

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lunes, 8 de enero de 2018

Mini reseñas: especial no ficción (ciencia): Wulf, Wootton

La invención de la naturaleza, de Andrea Wulf
The Invention of Nature: How Alexander Von Humboldt Revolutionized Our World
Traductora: María Luisa Rodríguez Tapia
584 páginas
Editorial Taurus

Argumento:

Biografía de Alexander Von Humboldt, célebre naturalista del siglo XIX, aventurero, explorador, ecólogo... de larga e inquieta vida.

Comentario:

La no ficción no solo vive un buen momento en cuanto a producción sino también por su repercusión de las obras y la acogida entre el público. La obra de Andrea Wulf, en concreto, ha tenido bastante éxito a nivel internacional. Y no es de extrañar, debido a su calidad pese a algunos "peros". Si bien la obra está increíblemente documentada, y es una guía imprescindible para conocer la biografía de Humboldt y sus aportaciones y grandísima influencia, también es verdad que a veces parece que te mete capítulos un poco de relleno, hablando con excesivo detalle de otros personajes, más o menos relacionados (algunos con relación un poco dudosa), como Darwin, Thoreau, Haeckel, Muir, etc, que alargan el libro muchísimo.

Las mejores partes: la que describe las aventuras de Humboldt en América, que podría ser casi una novela, y el emotivo prólogo donde se nos narra la reacción mundial a la muerte del naturalista, que pone de manifiesto lo global de su fama y repercusión, algo que incluso hoy en día sorprende.

A veces, debido a la gran extensión, la autora se repite un poco en los conceptos, pero eso podría soslayarse por el interés de la historia que cuenta. Al margen de su producción científica, analiza también la personalidad del aventurero y sus relaciones amistosas con otros hombres, su escaso o nulo interés por las mujeres y el matrimonio y sus vínculos familiares.

Me ha resultado una lectura interesante y reveladora, algo larga, no obstante, que nos muestra el contexto de una época apasionante en la cual el ser humano conquistaba definitivamente el mundo.

 

La invención de la ciencia: Una nueva historia de la revolución científica, de David Wootton. 
The Invention of Science. A New History of the Scientific Revolution
Traductor: Joandomènec Ros
800 páginas
Editorial Crítica



Argumento:

Vivimos en un mundo hecho por la ciencia pero ¿desde cuándo es así? Este libro cuenta la historia de la extraordinaria revolución intelectual y cultural que dio a luz a la ciencia moderna, y supuso un gran desafío a la ortodoxia prevaleciente de su propia historia.

Comentario:

Otra extensa obra sobre un tema apasionante: los inicios de la revolución ciéntifica que cambió el mundo. No solo hace un repaso de los grandes representantes de la ciencia de los siglos XVI-XVII-XVIII, como Galileo, Kapler, Copérnico, etc., sino también explica las teorías en vigor, las creencias, los experimentos y las personas que murieron por defender teorías controvertidas, como Giordano Bruno (y su idea de los múltiples mundos). 

El autor contextualiza la revolución científica en el marco de las especiales circunstancias que tuvieron lugar en esa época y lugar concretos del mundo, analizando la influencia de hechos históricos como el descubrimiento de América incluso en el uso de las palabras (la propia palabra "descubrimiento" y sus implicaciones, habría surgido de las exploraciones geográficas). Antes de este hito, la gente asumía que ya se tenía acceso a todo el conocimiento posible, por influencia de los referentes "clásicos" como Aristóteles. Sin embargo, a partir de entonces se puso en cuestión hasta el llamado "principio de autoridad", pues había gente que había visto cosas que Aristóteles no había mencionado en sus obras. Como puede imaginarse, la derrota del principio de autoridad tuvo implicaciones brutales.

Especial hincapie se hace en el origen, uso y etimología de las palabras relacionadas con la revolución científica, llegando a dedicar capítulos enteros, muy extensos, a citar cada aparición de ciertos términos en la literatura de la época ("hecho", "descubrimiento", "experimento"). Son precisamente estos capítulos los que más pesados se me han hecho. Una cosa es contextualizar y otra escribir decenas de páginas alrededor de una palabra concreta. La existencia de estas partes más pesadas lastra mucho la obra y convierte la lectura en algo bastante arduo. Aunque es cierto que resulta revelador darte cuenta de cómo la revolución científica alteró incluso hasta las lenguas europeas.

No se puede negar la abrumadora y alucinante documentación y erudición desplegadas, con un aparato crítico de casi cien páginas, y un montón de notas y referencias, pero tampoco que la obra ganaría en agilidad con un poquito de resumen. 

Eso sí,  este libro pone de manifiesto que el atraso científico español viene de lejos, pues son escasos los científicos españoles nombrados (o quizás no hay ninguno...), centrándose básicamente en alemanes, franceses, ingleses e italianos. Algo para pensar y analizar... Lo mejor, las reflexiones historiográficas. Quien lea este libro ha de saber que no se enfrenta a una lectura ligera precisamente...


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miércoles, 3 de enero de 2018

Mini reseñas: especial librerías: Penelope Fitzgerald, Mónica Gutiérrez y Petra Hartlieb



La librería, de Penelope Fitzgerald
The Bookshop, 1978
Editorial: Impedimenta

Argumento:

La señora Green compra un local para abrir una librería. La señora Gamart trata de impedirlo.

Comentario:

Quizá el principal «problema» de «La librería» sea la forma en que está relatada, contando los hechos externos (la compra de la librería, la descripción del edificio, la diferencia entre el dinero que invierte en material y lo que gana con las ventas), como si fuera una excusa para contar el desacuerdo entre la librera, Florence Green, y Violet Gamart, con el uso que se va a dar al lugar:   «…estamos todos algo alterados por la repentina transformación de nuestra Old House en una tienda; somos tantos los que teníamos la idea de convertirla en algún tipo de centro… Quiero decir, un centro artístico… para Hardborough.».


Apenas se incide en los pensamientos, emociones ni personalidades de los personajes, a quienes no se llega a conocer, aun menos empatizar con sus problemas. Nunca hay un enfrentamiento real entre ambas mujeres (la señora Green tiene una actitud pasiva, no parece enterarse de lo que ocurre a su alrededor), y  personajes como Christine Gipping, la niña que trabaja para ella, o Edmund Brundish, el único apoyo de Florence, quedan desdibujados, sin aprovechar su potencial.

Apenas quedan claros los motivos, que podrían parecer caprichosos, para algunos hechos y que el negocio sea una librería es irrelevante, cualquier otro negocio hubiera resultado igualmente inadecuado para la señora Gamart.  Por supuesto, de literatura apenas se habla.

Isabel Coixet ha dirigido una película basada en la novela, protagonizada por Emily Mortimer (Florence Green), Patricia Clarkson (Violet Gamart), Bill Nighy (Edmund Brundish) y Honor Kneafsey (Christine Gipping) en los principales papeles. Al parecer, hay varios cambios respecto a la novela. La Librería ha ganado tres premios Goya: a mejor guión adaptado, dirección y película.








La librería del señor Livingstone, de Mónica Gutiérrez 
Editorial: Amazon

Argumento:

Agnes Martí, arqueóloga en paro, encuentra trabajo, casi sin querer, en la librería del señor Livingstone.

Comentario:

«La librería del señor Livinstone» podría dividirse en dos 
partes. Mientras la dedicada a la librería resulta fresca, interesante, con personajes excéntricos y peculiares (deja con ganas de saber más del escritor residente, y lo que escribe, y 
sobre la señora Dresden), incluida la propia librería, cuya descripción (romántica e idealizada) logra que den ganas de ir a trabajar allí, o a que el señor Livingstone te recomiende algo para leer.


Sin embargo, cuando la historia sale de la librería y, sobre todo, se centra en la parte romántica, hacia la mitad de la obra, se vuelve más tópica y previsible, con algún romance (hay hasta tres) instantáneo y poco convincente, uno de ellos en especial no aporta nada a la novela.

Más interesantes son los juegos de palabras, bromas y conversaciones sobre obras muy conocidas, aunque llega un momento en el que llegan a abrumar, como también sucede con las descripciones y menciones de algunos lugares, a veces con un ligero tono «wikipedia».

Flojea en los conflictos, con soluciones demasiado fáciles, sin complejidad ni verdaderas complicaciones, quizá como consecuencia de tratarse de una novela «feelgood». El final es un tanto precipitado, con una resolución rápida y, en algunos aspectos, poco satisfactoria.

En conjunto se trata de una lectura amena, entretenida, bien redactada (apenas se detectan erratas. Ese Lawrence en referencia a Laurence Olivier y poco más), que deja con las ganas de tener una librería  como Moonlight Books.



Mi maravillosa librería, de Petra Hartlieb
Meine wundervolle Buchhandlung, 2014
Editorial: Periférica

Argumento:

Petra Hartlieb y su marido se enamoran de una librería y deciden comprarla y hacerse cargo del ngocio.

Comentario:

Resulta difícil creer que la autora lo sea también de novelas de misterio (en colaboración con otro autor), además de librera y lectora habitual, y haya escrito una obra tan inane y carente de interés.

El desarrollo muestra la carencia de una estructura definida, que organice la obra de alguna manera, ya sea por  el orden que suceden los hechos (reales) que relata (ver el local, decidir comprarlo, contratar empleados, etc, que se mencionan en cualquier momento, sin una motivación concreta), o por temas (clientes, lecturas, adquisición de ejemplares…), lo que produce una sensación de caos y confusión y perjudica la lectura al no encontrarle coherencia ni fluidez.

Las (seudo) anécdotas están contadas en un estilo inane, torpe, carente de ingenio. Tampoco son interesantes, o quizá se debe, precisamente, a cómo las relata. Es de lamentar, en especial, cuando habla de presentaciones de libros de autores más o menos conocidos.

Los personajes (muchísimos) no existen, hasta el punto en que la mayoría de ellos son meros nombres y funciones. ¿Se dice en algún momento cómo se llaman los hijos?

La autora/protagonista es quejica y victimista hasta la exageración, sobre todo teniendo en cuenta lo bien que les sale casi todo, con ayudas desinteresadas de personas que casi no conocen, préstamos, empleados que encuentra casi milagrosamente etc...

En resumen: 
«Mi maravillosa» librería es de esas obras que dejan con las ganas de no poner nunca una librería, por mucho que guste la literatura.


***T***


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